viernes, 17 de junio de 2016
Reflejos
Y entonces se me ocurrió otra version, alternativa, caritativa, mucho más tranquilizadora, aunque no suficiente como para llenar mi cama vacía por las noches, que últimamente está demasiado llena de esos miedos conocidos, de mi propia existencia repetida, de la que trato de escapar aunque no puedo porque no soy capaz de terminar nada y solo pienso y pienso y pienso y pienso y a veces me equivoco para después seguir pensando y pensando y pensando y nada mas y los demás hacen mil cosas o a mi me parece que las hacen y yo solo pierdo el tiempo y siento una frustración mayor y quizá por eso, por no haber encontrado un elemento de sustitución, porque todo se mueve bajo parámetros estrictamente racionales, ya no comparto nada con las emociones, por eso digo, te vuelvo a buscar, a ti, que has sido la ultima, la reciente, la que se llevo la parte mas querida, la que, desde el silencio me grita y me persigue y por eso salgo por las tardes o por las noches o muy temprano, cuando todo el mundo está durmiendo todavía y yo al terminar me arrepiento de lo que acabo de hacer, por saludable que sea, y los envidio, para huir de ti, no corro, simplemente me alejo de mi mismo, o de aquello que cada vez ocupa una parte más destacada de mi realidad, el otro yo, que no es nadie más que mi tristeza, o mi soledad, reflejada en mi mirada que siempre parece querer empezar a llorar, aunque no tiene motivos, no, no los hay y quisiera desaparecer o volver a empezar habiendo perdido todas las percepciones que ahora, como un recuerdo que no está en mi mente, sino en mi piel, en mi cuerpo débil y sobretodo en mi sexo huérfano, esclavo del onanismo más peregrino y sometido al verdugueo de una mano que aun recuerda, si acaso puede hacer eso una mano, la textura de tu pelo, tu piel y sí, tus labios de niña, esa sonrisa y tu cintura, la cartografía de tu sexo, un territorio no expresado en ningún mapa, siempre con afán conquistador, como si siempre tuvieses algo nuevo que ofrecer, sorpresas creadas solo para mi, pero todo es una ficción, lo sé, y aunque no es suficiente en general, sí que me vale a veces, solo a veces, como prueba empírica de que una vez me pasó lo que le pasa a todo el mundo, sentirse no ya amado, porque eso es una labor que exige mucho, demasiado, tiempo, sino deseado, pude acariciar la impaciencia de tus piernas y tus manos, las caderas al compás, sí, fui afortunado, ahora que puedo analizarlo desde todos los puntos de vista posibles, ya sin oposición, sin que nadie pueda decirme que miento o que pasó de otra manera, o que no fue importante, y es precisamente en esos momentos de completa omnipotencia, cuando te conviertes más en un producto de mi imaginación, tan real sin embargo, que en una persona que en una ocasión conocí, en esos pequeños fragmentos de tiempo, cuando las geografías de la emoción y del espacio coinciden, es cuando me gusta, me encanta, más por necesidad que por verdadero placer, pensar que has desaparecido contra tu voluntad, que tu falta de respuesta se debe a un motivo ridiculo, como que has perdido tu teléfono en cualquier noche de discoteca o en una de tus excursiones por la costa, sí, esto se me acaba de ocurrir y es mucho más placentero que aquellas terribles imágenes que me asaltaron durante más de un mes, imaginándote en otros brazos, leyendo mis mensajes sin responderme, y riéndote de mis pobres esperanzas como una vez hicimos tu y yo de aquel estrafalario chico que te pidió el teléfono la noche en la que nos conocimos y que al día siguiente volvió a escribirte, cuando tu llevabas mi camiseta de George Best y había puesto tu vestido largo negro en la lavadora y tus amigas te preguntaban si estabas bien y la luz que entraba por la ventana hacía brillar tus ojos verdes, que me parecieron azules el día anterior, pero no, eran definitivamente verdes, y tus mejillas rojas que te hacían parecer completamente distinta, pero que bella eras de todas maneras, en todas tus expresiones, en todos tus gestos, palabras y silencios y cuanto te echo de menos Julia, cuando escucho música, pero no tengo con quien compartirla y es tanto el cariño que he construido sobre las cenizas de tu presencia fugaz, que no quiero regresar al lugar en el que te conocí, por miedo, precisamente, a encontrarte y que la realidad sea tan estricta como para derribar mis sueños de un simple soplido, como la casa de los cuentos, y es que quizá, eso seas tu, mi primer cuento para niños, en el que todo termina bien, en el que no se cuenta toda la verdad para que puedan dormir pensando que mañana será mejor y que cuando sean mayores todo les irá bien y lo prefiero, sí, lo prefiero a verte simplemente pasear o tener que hablar de ti a los demás, no quiero que nadie sepa que sigues creciendo, muy dentro de mi, como una ficción incontrolable, que somete a una realidad cada vez más insatisfactoria, a un aburrimiento, sí, aburrimiento, feroz, con multiples capas y diferentes lenguajes, que se resiste a morir y que quizá, como movido por un instinto de supervivencia, consiga transformarse en algo peor, como la tristeza, y la soledad, pero la auténtica, aquella que no desaparece teniendo compañía, aquella que no permite sonreír, la que suplica y a la vez se odia por hacerlo, la que convive con la debilidad y con la frialdad y con la pornografía en el baño y con aquellos "no volveré a hacerlo" repetidos hasta el amanecer y con el alcohol barato porque cuando bebo se me olvida que te necesito, y entonces la vida parece (un poco) más llevadera y si escribo esto es porque no tengo otra cosa que hacer, que no se te olvide, y ni siquiera sé, llegado a este punto, si alguna vez te he querido o no o si, en realidad, en esta situación y en el mundo en el que vivo si ni siquiera tiene sentido realizarse una pregunta asi.
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