domingo, 14 de abril de 2013
Deus ex machina
Para bien o para mal vuelvo a tener una montaña de libros pendientes: me gusta no acabar las cosas, dejar mis proyectos a mitad. Creo que me repito si digo que lo que realmente me fascina son los comienzos, esa inseguridad que acompaña a cada nuevo paso. El gusto casi morboso por sentirme perdido, por saber que soy un desconocido. Seguramente haya algun tesoro escondido en el hecho de poder reinventarse cada vez, aunque en el fondo, los errores nos son tan queridos que siempre acabamos por cometer los mismos. Nuestros fallos, más que nuestras virtudes, dicen quienes somos. A pesar de que intento mantener la máxima picassiana de escribir sobre lo que pienso y no sobre lo que veo, voy a permitirme una pequeña licencia. Esta mañana estaba en correos, listo para enviar un libro a Escocia, ese pequeño país lleno de leyendas y promesas, cuando me he fijado en el viejo que estaba delante, rellenando unos sobres. Eran poesías, llamadas "Poesías del vaivén". Me recordaba lo que yo he hecho en tantas ocasiones antes, enviar mis ambiciones en un sobre blanco, soso, con los versos puestos ahí sobre el papel, sin alma y desnudos esperando que alguien pueda valorar lo que intenté decir en mi habitación. Y entonces, me he dado cuenta de porqué además de que puede que la calidad de mis escritos sea mala nunca podré llegar a ser un escritor razonablemente exitoso: todo lo que escriben los demás me parece una mierda. Solo me gusta lo que escribo yo, lo siento. Tendré que seguir enfadandome con el mundo, pensando que están equivocados, viviendo de manera kamikaze, en contra de todos, como un salmón. Cuesta más, y puede que se vivan menos años de esta manera, pero sigo estando convencido de que es más divertido. La diversión. Erroneamente utilizo el criterio de si algo me divierte o me aburre para caracterizarlo como bueno o malo: eso puede dar lugar a grandes catastrofes. He perdido el hilo de lo que quería decir, y ahora me limito a dar bandazos, escribiendo y escribiendo con la esperanza de encontrar un nuevo rumbo: me pasa aqui, en este rincon virtual en el que enseño parte de lo que soy ( o una version exagerada de lo que quiero o detesto ser) y fuera, en la "vida real" en la que paso completamente (y/o voluntariamente) desapercibido. Y esto no me gusta nada: yo quiero ser un tio guay, como los de las pelis, pero aun soy demasiado sincero, todavia cuando me rio, lo hago de verdad, no hay complacencia en mis gestos o ironía en mi voz. Soy poco atractivo como personaje de ficción. Mira que me gustaría escribir en Playboy, en Esquire o en Interviú, pero para eso me hacen falta dos cosas: escribir y escribir bien. Dificil, dificil. Mientras tanto, me consuelo pensando que soy un diamante escondido, una perla que espera ser descubierta mientras no deja de soñar, aunque cada vez con menos ganas. El descubrimiento que más me ha aturdido, como un jab directo a la nariz, es la poderosa tiranía de la normalidad, la asquerosa facilidad que tiene para ganar siempre, hagas lo que hagas: ahora me doy cuenta de la cantidad de cosas que dije que haría y no he hecho y la feliz compañía que me hacen los errores que me prometí no cometer jamás. Menos creído, tengo que poner los pies en el suelo pero...si voy a morir de todas formas, si voy a acabar teniendo la misma vida que cualquiera...¿no debería por lo menos intentar hacer algo grandioso? Tengo pánico de convertirme en lo que estoy empezando a notar...una persona mediocre. El problema es que me aburro rapido: pero, eso si, aún no me he aburrido de la camarera, a pesar de que acercarme es asomarme a uno de mis recien descubiertos abismos. Da igual, necesito cambiar, probar a hablar con alguien no gastado, alguien que pueda descubrir y descubrirme. En fin, como siempre, he acabado desordenado y diciendo cosas sin sentido. Es mi manera de aparentar ser interesante.
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