Empiezo a tener la sensación de ser el protagonista de una broma pesada. Una que no termina jamás. Las personas cambian, sí, pero el patrón es el mismo, se repite, una y otra vez, con la diferencia de que yo me voy haciendo más viejo, y el tiempo cada vez pasa más rápido: me estoy extinguiendo con el mismo silencio que lo hacen las velas, esas pequeñas que ni siquiera iluminan una habitación al completo. Sí, todo lo que he hecho parece no haber servido para nada. Y lo peor de todo es que he mentido: claro que estoy enamorado de alguien en particular, por supuesto, pero ni siquiera eso quiero compartirlo. Eres una especie de secreto, eres lo que nunca diré a nadie, como si por el simple hecho de hablar, pudieras esfumarte. Hoy he soñado contigo, y parecia enternecedoramente real. Te he notado cerca (¿Como demonios puede suceder eso?) y quizá por eso esta mañana he despertado con un poso de tristeza más densa de lo habitual. Me hace gracia cuando la gente me dice "me gusta tu optimismo". Yo lo odio, y lo hago por la sencilla razón de que detesto seguir intentando formar parte de algo. No, no, no. No puedo más. En momentos así, me gustaría desaparecer. Ya he dado el paso de romperme un jarrón en la cabeza. Bueno, no es gran cosa, ya lo sé, pero poco a poco el miedo, que solo era una sensación abstracta e intermitente, empieza a convertirse en algo empírico, en una presencia que puedo notar a mi alrededor, fuera, en la gente y sobretodo, dentro de mi, al mirarme al espejo. Estoy cansado de pagar facturas que no tienen nada que ver conmigo, estoy cansado de no tener trabajo, estoy cansado de estar viviendo una vida que no me gusta, cansado de callarme cuanto te quiero, cansado de perder mi independencia, cansado de la gente que da consejos, que ahora tienen otro nombre, cansado de ellos, de los sentados en poltronas: de los que sin conocer aconsejan lo que consideran mejor para mi vida. No, no quiero opositar. No he dedicado diez malditos años de mi vida para volver a empezar y todo ¿para que? Para ser un miembro útil de ¿que sociedad? ¿de qué ciudad? Hoy he tenido que tomar la medicación de nuevo, dos pastillas, aunque no me hacen nada. Lexatin.
Esa manera de "creo que te vendría bien" me recordó en forma y fondo a aquel "ahora estás en una posición inestable": me gustaría pensar que no soy el mismo, y que podré reaccionar de manera diferente. En días así, pienso que se me está poniendo a prueba, o que, por lo menos, mi única obligación es sacar alguna enseñanza que me sea útil pero, a la vez, también siento que estoy desperdiciando mis mejores años. O quizá mi oportunidad ya ha pasado y lo que me quede sea sencillamente vivir como pueda, sin darme mayor importancia. Me da pánico ser solo uno más, uno de aquellos que nunca intentó, que nunca vivió, alma tibia que jamás conoció el sabor del amor ni de la aventura ni de la felicidad ni que vio nacer a un hijo, o un proyecto o que nunca tuvo un "eureka" en su vida ni ninguna certeza absoluta. En mi pequeña libreta de certezas, sólo hay una, aunque tengo la suerte de que es muy importante: he conocido el amor verdadero. Un amor que, en la distancia y alimentándose del recuerdo y de los millones de futuros posibles, crece poco a poco, de una manera segura. Uno de esos escenarios es que nunca podamos estar juntos. E incluso eso me da igual. Sería egoísta si solo te quisiera si aceptases estar conmigo. Te quiero sin explicaciones, aunque no se me escapan los celos: nunca he sentido de manera tan intensa la manera de matar, ni un odio más intimo hacia todos aquellos que pensé que podrían arrebatarte de mi vida. Este amor me da miedo y es injusto: lo estoy apostando todo a una carta, y aunque intento prepararme para escenarios poco favorables (o muy desfavorables) se que si uno de ellos finalmente sucede no lo soportaré. Y no quiero hacerte cargar con mi vida, porque actualmente no tengo más motivos, ni nada me saca una sonrisa más sincera que tus mensajes. Te eso se alimenta mi corazón, de ahí saco las energías para seguir pensando que puedo ganar.
No tengo lecciones que dar, y mis sueños se van evaporando a una velocidad que me sorprende. No quiero conformarme a esto, no quiero, pero parece que la voluntad en casos así no es suficiente. Me imagino que no soy objetivo al decir esto, pero tengo la sensación de que todo el mundo tiene una vida mejor que la mía: siempre he tenido tendencia sentirme miserable, pero ahora además, esa sensación se le añade una viscosidad nueva, la de la burla. Pienso en dinero, sin parar, en dinero, en gastos, en cuanto me hará falta para escapar de la ciudad, en las facturas que tengo que pagar todos los días precisamente con los mismos ahorros de escape. Tengo 30 años. Estos son mis años, joder, es ahora, ahora AHORA. Y pierdo el tiempo con cosas que no me conducen a ninguna parte. Tengo que vaciar el armario de cadáveres. Ponerlos en fila y rendir cuentas con ellos uno a uno. Atienza, mi querido ex director de tesis es el primero (su subalterno, Aguiló, en fin, no es mal tipo, lo reconozco, pero en fin, aun sigo recordando que fue el único que jamás me preguntó cómo estaba mi padre, que en aquellos años se estaba muriendo): posiblemente no servirá de nada, pero me veo en la obligación de escribir artículos, todos los que pueda para demostrar que se equivocaron conmigo. Sí, esa tarea pendiente no me deja dormir, me revolotea durante el día y me pica por las noches, en forma de pesadillas en las que mientras camino por la calle, al volver una esquina, me los encuentro a los dos de cara. Cada vez son más recurrentes: en la primera, discutía cara a cara con él. Recuerdo que me decía algo como "no hiciste tu trabajo, no cumpliste con tus obligaciones, pero te llevaste el dinero de la beca". Yo le gritaba no se qué y me largaba a paso rápido, saliendo por un túnel. Al día siguiente interpreté ese detalle ("salir del túnel") como algo positivo. Pero hace dos días volví a discutir con él. Estaba en una terraza y le tiraba una jarra de cerveza por encima, yo sufría uno de mis ataques de ansiedad (sí, al parecer mi versión onírica también los sufre). Él, a diferencia del sueño anterior, no decía nada.
A fin de cuentas, todos mis miedos se resumen a "tengo que demostrar que". Y el estado de animo para eso nunca llega de manera pacifica, es como si tuviese que ponerme a mi mismo al limite de mis fuerzas, justo a punto de perder mi estabilidad mental (o habiéndola perdido) para ponerme a funcionar. El lugar de mis progresos colinda con el de mis crisis personales. No puedo innovar de manera tranquila, necesito dar respuesta, crear enemigos, hacer ver que "te equivocabas". Esto me supone un nivel de estrés superior al necesario, lo reconozco, pero no imagino mi vida siendo funcionario de nivel bajo para poder hacer una tesis de nivel bajo para tener los títulos y vivir cómodamente. Yo no quiero vivir cómodamente, no me gusta eso, aunque cuando las incomodidades llegan, como ahora, las odio con toda mi alma. Una contradicción. Una más. No debería de importarme llevarme la contraria todas las veces necesarias (cuantas más mejor, claro) pero si lo hace es porque, en el fondo, creo que aún me importa la opinión de los demás, no me atrevo a vivir según mis propios standards. Debería enviarlo todo a la mierda, las expectativas de los demás, la imagen que de mi se tiene, lo correcto, lo que es conveniente y, en definitiva, lo que me encadena para hacer simplemente, lo que me gusta, por el simple placer de hacerlo.
Verbalizo lo que me pasa, pero no soluciona nada. Sigo en el mismo lugar, con las mismas carencias, las mismas faltas, las dudas, las penas, las alergias, las manias, las fobias. Sí, nada cambia. Una y otra vez. Y después, cuando el cambio sea evidente, será demasiado tarde.
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