jueves, 31 de enero de 2013
A good blonde is hard to find
Estaba pensando en ti: era el último día y me sentía nostalgico. Me gusta darle un toque dramático a mi vida, lo reconozco. De repente, rodeado por la oscuridad creciente de la noche en la ciudad me quedé mirando fijamente un edificio. Me empezó a parecer pequeño. Cada vez más, cada vez más. Ya no te echaba tanto de menos. Me sentía fuera de lugar, precisamente como a mi me gusta. Sentí que no tenía hogar, que no sentía afecto por nadie, por lo que podía viajar lejos, lejos, sin alforjas, y querer a todas las personas del mundo. Sin lagrimas. Demasiadas expectativas. Mi afecto sigue intacto, no te preocupes. Uhh, uuuh. El recital se acerca. Como los meteoritos, como los apocalipsis cotidianos, los que llegan sin avisar, y te llegan tan adentro que piensas que no duelen. Pero te matan. Lentamente. Despacio, sí, como a ti te gusta. Quizá susurrandote al oido, puede que eso también. Salta por la ventana. Las calles vacias pronuncian tu nombre sin saberlo. Lo repiten, lo alteran hasta convertirlo en un grito, el lamento de tu propia soledad, construida por ti, obligada, sufrida como una condena deseada. Tu voz perdida en las ondas, casi como un recuerdo. Lo tengo claro. No existes. Situaciones disparatadas, no eres el que creías que eras. No eres extraordinario, es más, cada vez que te ves en el espejo los arañazos y el barro en tu cara son más evidentes. Las sombras ya no me devuelven las llamadas: me aburro. Otro mapa. Otro territorio. Por favor. Seamos crueles, seamos divertidos. Ya no sé si me estoy volviendo estúpido o es que simplemente, estoy cansado. Puede que nunca llegue a saber la diferencia. Vuelven mis preferencias a las rubias: hace tiempo que no veo ninguna y eso hace que el sueño entre en fase elevada. Si las viera a diario, no serían extraordinarias. A mi me gusta lo raro, lo que nadie ha visto jamás, y estirando el delirio, no busco a una rubia, no. Te busco a tí, solo a ti, solo se que eres rubia, pero no sé como eres, que es lo que te gusta, donde vives, que miedos tienes: eres una desconocida a la que hace mucho tiempo que conozco. Hablamos, nos perdemos, a veces incluso parece que nos buscamos. Puede que nos encontremos algun dia, aunque los dos sabemos que eso no pasará. Optaremos, rendidos, por la segunda opción, dejaremos de soñar, y pensaremos que en fin, que esto tampoco está tan mal. Nos olvidaremos el uno del otro, o, por lo menos, fingiremos que lo hacemos. Siempre me ha cautivado perder cosas, para así prometerme una alegría futura al encontrarlas. Intento jugar al despiste, pero no se me da muy bien. En el fondo, toda esta frivolidad, estos momentos de falsa lucidez solo tratan de guardar lo poco que queda intacto de mi. Queda poco de aquel niño, de ese primer enamoramiento, de todos esos planes de futuro. Soy debil, me duelen más cosas de las que puedo reconocer sin avergonzarme, sí. No estoy preparado para las negativas, para las malas noticias, por mucho que me esfuerce en parecer una persona razonable y madura. Supongo que aún extraño no haber tenido amigos para jugar con el Fort Apache de los playmobil cuando era pequeño. He comprado mi imaginación a un precio muy caro, demasiado. No me compensa darme cuenta de tantas cosas, de notar cada una de las pequeñas alteraciones en mi interior, las pequeñas tormentas que se desatan cuando no obtengo respuesta, cuando mi fe se queda sentada en el sofa, sin afeitar, sin ilusion, quitandole el sonido al telefono para autoconvencerme de que te hubiera hubiera respondido si lo hubiera oído. Pensando en ti, todos estos años, como si el solo pensamiento me sirviera para no sentirme tan perdido. Me equivocaba: sigues ahí, pero no me acompañas, no, no lo haces. Tu presencia me recuerda mi situación, mi propia ausencia, tan intima, tan callada, tan permanente. Mis acciones se vuelven irrelevantes, no producen cambios. Trato de huir, principalmente de mi mismo, pero me veo incapaz, los errores son los que me definen, mis miedos, la inadaptabilidad, la especie antidarwiniana, la que primero muere, la que no se adapta. Quizá ese es el fallo. Siempre me he sentido un niño mimado, demasiado cuidado, demasiado alertado de los peligros extraños, del exterior. Niño burbuja. No salgas. No entres. Te necesito. Te odio.
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