lunes, 14 de enero de 2013
Achtung Sputnik!
Me he quedado más tranquilo, a decir verdad mucho más tranquilo al descubrir que sobre el año 2035 ningun meteorito va a destruir la tierra. Con el tiempo, lo reconozco, me estoy volviendo una persona altamente supersticiosa, casi hasta la estupidez. El otro día me pasé toda la tarde leyendo sobre Thelema, la religión (o el credo o el culto) que creó Aleister Crowley. Más que entrar en detalles, que me importan una mierda, lo que me llama la atención es mi nueva atención en ese tipo de cosas. Bueno, no, quizá exagero. En mi casa no se clavan los tenedores en el techo ni la niebla de la tele me invita a pasar porque ellos ya están aqui. No, joder, no es para tanto. Pero si hay algo que me hastía de la realidad, que me aburre profundamente es esa manía de poner el foco en todas las cosas. A mi me gustan los rincones oscuros, esas zonas de penumbra en las que uno nunca esta seguro de las cosas que conoce, o de si lo que conoce es simplemente un condicionamiento mental o una manía. En ese sentido soy supersticioso: la realidad me aburre. Me aburre mucho. Un montón, colega. Estoy dando vueltas en circulo, no me reconozco. Al hablar de otras cosas que no sean mis propias penas, me siento extraño, como fuera de lugar. No es que sea ajeno a las cosas que pasan: el otro día, por ejemplo, me quedé en casa por un dolor de espalda y vi toda la programación matutina. La teletienda. Espejo público. Ana Rosa. Mujeres, hombres y viceversa. Mariló. Lucha libre. Boris Izaguirre diciendo que era horrible, espantoso (con ese acento exagerado de mierda que tiene) que fueran a echar a dos ancianos a la calle. Ana Rosa les decía que llevaran su caso a Estrasburgo y Mano-Bibi Andersen cruzando las piernas. Que mal rato hemos pasado todos: nosotros aquí en plató y vosotros en la puta calle. Pero no lloremos, hemos cumplido cuatro años en antena. Que grandes momentos. Que pasen los pretendientes. Amadeo se ha comido la boca con Luisi, pero Andrea va a pelear por su amor. Vamos a ver, que no tengo nada en contra del amor en los geriatricos, pero...¿en serio esta mierda le puede interesar a alguen? En fin, con mi bata y mi bastón me indigné joder, me indigné de que nadie se diera cuenta de semejante situación, pero bueno, pueden quedarse con toda la realidad: les regalo mi parte si quieren. Yo prefiero esas cosas que solo puedo verlas yo. ¿Que quizá son más insatisfactorias? Puede. ¿Que serías más feliz siendo tan encantador como marcan los canones? Seguro, seguro que si. Pero, si me preguntan que de que parte estoy, les diré que de ninguna. Yo soy un anarquista, un irreverente, un desobediente, budista a ratos, contradictorio, solitario, perdido, agresivo y encantador. Todo esto es la versión virtual de mi mismo, claro: en el fondo me considero, en lo esencial, una persona aburrida que quiere dejar de serlo. Es una mierda de post. No me sale nada interesante: absolutamente nada, pero parar, dejarlo aquí sería asumir mi fracaso. Tengo que seguir con la esperanza de que llegaré a alguna parte. Esa es la sensación que tengo con mi vida a veces, no sé bien a donde voy, pero quiero llegar a alguna parte, preferiblemente pequeña y soleada, sin vecinos, un rincon escondido de miradas, opiniones y deseos. Me gusta condenarme al fracaso desde el principio, debe ser que tengo una querencia especial por los planes que salen mal. Hay un perdedor dentro de mi que lucha por salir. Me cuesta mantenerlo dentro, pero es muy beatnik, empieza por la barba, por la risa estupida, por la frivolidad, por la pereza: sí, se hará con el control. Estas batallitas no tienen más consistencia que la de una anecdota mil veces oida, no sé porque me empeño tanto en volver a ciertos lugares, es como si no pudiera escapar de ciertos recuerdos. Eso me da miedo, lo asumo, me da pánico no saber evolucionar. Es como esa gente que dice "yo no voy a cambiar". Idiotas integrales. Yo daría mi meñique (mi meñique de las promesas) por dejar de ser quien soy. Por empezar de nuevo, libre de manias, de miedos: quiero ser rubio y partirme un diente, quiero no tener dudas y bailar, invitarte a conquistar el mundo: tu y yo. Perder mi nombre, para que no signifique nada, no tener edad y olvidar todos mis recuerdos, las palabras, las músicas, los versos, las peliculas, los fracasos, los silencios. Querría llenar mi vida de sonidos estridentes, de escaleras que suben y bajan, los pasos freneticos de la libertad. Lo quiero todo y, a la vez, no quiero nada, no quiero atención, no quiero manos que se asomen al pozo ni voces que me repitan que no estoy solo. Dejadme tranquilo en mi mentira, dejadme ir lejos. Suicidio, palabras estupidas. Demasiado tarde para la eternidad. Demasiado tarde mientras siga en una silla, soñando sentado tras una mesa, sin hacer nada excepto pensar las cosas que voy a hacer. Trazo el mapa, pero no recorro el territorio, que esta yermo, vacio, como un desierto. La noche es el oasis de mi vida: todo es posible cuando duermo, todo parece que puede volver a empezar, sin tener en cuenta los errores, ni las ausencias. Pero entonces....ay, entonces, vuelvo a despertar.
A veces pienso que las exageraciones son lo único que me queda but now you are gone...
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