lunes, 7 de enero de 2013

Sandman

Bueno, es dificil empezar un nuevo post, las expectativas y todo eso, ya sabes. Especialmente las expectativas marcadas por mi mismo. Quizá no oigas la voz, pero es un grito, una estridencia constante en mis oidos, una exhortación a esa parte de mi que todos desaconsejan, esa que no se corresponde con como soy de verdad: una llamada a los abismos, que hoy, a pesar de todo eso, me apetece y mucho, recorrer. Ayer me acordé de Inés, posiblemente una de mis ultimas obsesiones rubias ( me siento un tanto Hitchcockiano, pero en fin, no puedo hacer nada). Pensaba en ti, Inés, sabiendo que jamás me volverás a leer. Esto no deja de ser la obra de una persona que naufraga. Quise repensar toda la situación, enviarte una solicitud, saludarte con -sincera- alegría, volver a la normalidad, a aquellos tiempos en los que conversabamos por el ordenador casi todas las noches. Sí, ese recuerdo es un lugar agradable al que regresar, una orilla en la que recostarse y dejar que las olas te mojen el pelo y la ropa, llenandote la piel de pequeñas algas, la arena pegada en las piernas...Pero, ¿y después? ¿sería capaz de sobrevivir a mi mismo? Lo dudo. Todo volvería a tener una intención extraña, alejada de los inicios, condenándome a volver a cometer mis errores. Mejor que no sepamos nada el uno del otro, por más que los recuerdos que, yo, por lo menos, mantengo sean agradables. Hoy no me encuentro especialmente positivo, por más que ultimamente, por una especie de embrujo o casualidad astral, me noto más optimista de lo que acostumbro. Por más que el camino se estrecha y las luces se apagan, cada vez es más evidente el camino, como si pudiera recorrerlo con los ojos cerrados. Puede que vivir se reduzca a eso, a tener tal certidumbre de tus propios miedos que seas capaz de visitarlos de manera automática. Sé que no tiene relación, que no tiene que ver con nada, pero me apetecía decirlo. Un robot. Cada día lo tengo más asimilado, como si repitiendo la mentira, acabara por creermela. Sigue así, pequeño. Keep rolling. Antes me imaginaba llegando a cualquier lugar, no importaba cual y poder descansar, parar y olvidarme de mi mismo. Ahora soy incapaz, tengo prisa, la urgencia me ataca por todos los lados y vuelvo a combatir con mis enemigos de siempre, aunque no les vea las caras, aunque su rostro se pierda en una incómoda niebla. Todo tiene que hacerse ahora, como si supiera que me queda poco tiempo y tuviera que dar testimonio de que mi vida no ha sido en vano, de que no, no, no soy ese chico tonto del colegio...mi regla estaba rota y por eso las medidas estaban mal, pero no era tonto: las chicas salían con los chicos-malos, los que fumaban porros y llevaban moto. Nunca quise ser como ellos, yo era de otra manera, a mi me gustaba la musica, escribir, jugaba mucho al baloncesto por aquel entonces...pero nadie vio la diferencia, joder, nadie se dio cuenta de que yo estaba alli. Y lo estuve por muchos años, esperando, expectante, que alguien abriera los ojos, sencillamente eso, que los abriera. Pero eso no pasó, nunca, nunca y yo me fui encerrando, quise desaparecer para darles motivos, para justificar en cierta manera, esa invisibilidad que sufría a diario. Pasé malos años, horribles, en los que nunca pasaba nada: esa era la tragedia. Nunca pasaba nada. Un dia tras otro, tras otro: las mismas frustraciones, las mismas ilusiones mudas, los mismos movimientos, las mismas calles, las mismas palabras, los mismos deseos. Todo intacto, preparado para otra persona, para los ladrones de mi propia vida. Aun hoy, cuando estoy lejos de todo aquello, estoy convencido de que empecé a morir cuando era un crio, con ocho años o quizá nueve, no lo sé. Puede que fueran doce. El número no es importante: fue esa ápoca de colegio, sin amigos, sin amores, sin compensaciones. No había nada que me permitiera apartar ese foco que es la realidad de mi cara. Sudaba y lloraba, aunque con el tiempo, ya no se notara la diferencia. ¿Excesivamente dramático? Puede, pero hoy no me importa serlo. Hoy los siento a todos muy cerca, a todos los demonios de todos los tiempos, hoy me han atrapado y estan haciendo jirones mi camisa. Y yo los dejo, me gusta verlos ahí, arañando mi piel, mordiéndome hasta el hueso, tirándome del pelo. Me dan lo que me merezco, por haber sido tan complaciente, por no haberme rebelado ante aquella situación, quedándome quieto en un rincón, cuando el mundo al completo era mi reino, por no reconocerme en el espejo o pintar una versión deforme de mi mismo. Sí, he dejado hacer, laissez faire, experimentando con mi propia vida. En algunos aspectos he de decir, sin rubor, que el experimento ha salido mal, que la hipotesis ha sido confirmada: se me da mal vivir. No quiero que pienses cuando leas esto que soy un ser serio o confinado en una habitación. No. Todo lo contrario. Será dificil que me veas contrariado, casi siempre estoy sonriendo, con una broma a punto de ser verbalizada. Pero no te confundas, es sólo una armadura, en realidad estoy lejos de alli, muy lejos, es simplemente una risa desesperada, la risa de aquel que sabe que ha perdido, que no puede cambiar nada y que se limita a esperar. ¿Esperar a que? En mi caso, se que un dia u otro no podré seguir intentando ser buena persona (es quizá una de las labores más dificiles a las que uno ha de hacerle frente), y baje los brazos, reposando en los brazos de aquella que ha estado conmigo durante todos esos años, esa amante celosa que sabe que en un momento u otro volveré con ella: son indiferentes mis intentos, mis engaños, ese pensar que he cambiado, que no lo volveré a hacer...Tonterías. La orilla más cercana al abismo, la más suave, cuando todas las voces suenan lejanas, las esperanzas baldías, en ese momento en el que te das cuenta de que nada merece la pena. Bueno...creo que ahora si estoy exagerando. Antes de llegar a ese punto, tengo un año movido, un año en el que la mirada se vuelve furiosa, inquisitiva, inquieta, ansiosa por llegar a algun lugar, por rasgar el suelo con sus manos, salvaje como un animal encerrado. Aun quedan algunas batallas, y alguna guerra perdida de antemano, pero hay que pelear. ¿Amar? Me gustaría saber cómo hacerlo. Tras la fase inicial, la parálisis, no sé mantener viva la llama de la intriga, del interés: no sé ser misterioso. Por el contrario, cada año me vuelvo más estupido, esa es una de las pocas certezas que tengo el orgullo de afirmar. Idiota. Imbécil. Quizá gilipollas. Sí, todo eso y aún un poquito más. Los días se presentan ante mi con una inquietud casi sexual, tengo que hacer todo en ellos, completarlos, hacer que merezcan la pena. Casi no hay tiempo para comer, eso es accesorio, eso no me ayuda a avanzar. Y leo, mucho, más todavía, recorriendo multitud de kilometros desde mi mesa, sabiendo que merece la pena, no sé bien la razón, pero algo me dice que continue, que esta semilla acabará por florecer, que esto dará frutos en algún lugar y en alguna época, aunque desconozca cual. Me acerco a pasos agigantados a mi destino edípico. Lucho por no ser yo, pero cada paso en la huida me acerca más y más a esa conclusión que he imaginado, despierto y en sueños, tantas veces. Creo que me ha quedado demasiado exagerado, pero exagerar mis propios delirios me parecía la mejor manera de celebrar este post número cien. En fin, cuando leas esto, imaginame tirando confeti en mi habitación en tu honor. Aunque sólo sea por las molestias que te has tomado en prestar atención a este tonto, solitario y cursi chico aburrido.

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