jueves, 27 de diciembre de 2012

Memento

Hace días que siento la necesidad de hablar sobre ti. Realmente no sé a qué se debe, pero desde hace un mes no puedo dejar de pensar en tus cosas. A decir verdad, no nos conociamos demasiado, no eramos amigos inquebrantables, ni nos queriamos, pero contigo noté algo diferente, creo que una vez te lo dije. Soy incapaz de tomar la via fácil e intentar enviarte un correo diciendote simplemente: "Perdón. Fui un capullo. Te echo de menos." Podría funcionar, pero mereces algo con más estilo. Y precisamente hoy, de pura casualidad, recogiendo el eterno desorden de mi mesa, he encontrado aquella carta tuya: joder, que ilusión me hizo. Nunca llegué a expresarte del todo lo que significó para mí. Con el tiempo me doy cuenta, que no es que la gente sea rara, mala o envidiosa: Lo soy yo. Yo soy el raro que se encierra en casa, el que cada vez siente menos la necesidad de relacionarse con los demás: sí, sigo siendo ese niño que jugaba solo en su habitación, soñando que alguna vez tendría amigos y una chica que le dijera "te quiero". No era tan complicado. Me da miedo intentar decirte: "hola, ¿que tal estás?", no me apetece ver todo lo que voy dejando atrás: creo que tengo una de las llaves de mi cabeza. No es que no sepa hacer nuevas amistades (últimamente escondo mi personalidad en multiples capas: mis debilidades quedan a salvo) sino que no sé mantener las -pocas, cada vez menos- que me quedan. Por eso no quiero, por mucho que me acuerde de ti, pedirte perdón. Me da verguenza reconocerme en ese paraje desierto que es mi vida: me limito a mirar hacia delante, pero no ilusionandome por proyectos o ideas, no, no hago eso. Miro el futuro simplemente como una huida, una manera de alejarme de esa identidad con la que no me identifico, pero que a veces, toma el control y lo rompe todo. ¿Después? Después solo quedan los escombros, las palabras nunca dichas, y tambien las que se dijeron en un arrebato de celos o miedo o quizá una mezcla de ambas. Desde que te conocí, aquel ya lejano 10 de diciembre de 2010, he intentado sustituirte, buscando nuevas historias, otros estímulos que pudieran llegar a hacerme pensar que, bueno, en el fondo, tampoco fue para tanto. "¿Ves? Hay más como ella. Eres un tonto." Pues me equivocaba. Joder. Me equivocaba desde alfa hasta omega. Tengo la sensación de que me repito hablando de esto, pero hoy, hoy necesito repetirme. Necesito volver por aquellos caminos, colorear estos paisajes que hoy mueren en blanco y negro, intentar recordar como era tu voz. Para mal, ahora te asemejas más a una construccion de mi mente, seguramente lejana a tu propia identidad. Me da igual. Es mi unico placer, la unica manera que tengo de poder estar cerca de ti. Suena como si te quisiera, y es que, te quería ( lo sigo haciendo, aunque no se bien que forma tiene mi amor ahora) de una forma nunca antes sentida, no prevista. Supongo que para alguien normal ( sin mis miedos, neuras y ataques de pánico ante los apocalipsis) toda esta construcción ideal sólo puede ser fruto de una mente enferma o decididamente triste. Bueno, si un ladrón me pusiera un Smith and Wesson en la sien y me obligara a decidirme entre ambas, aunque dudaría un rato, acabaría por decidirme por la tristeza. Siempre me decido por ella. Nunca me abandona. De manera segura, desde hace seis años. Seguramente sea desde hace mucho antes, pero me atrevo a hacer suposiciones. Supongo que mi naufragio empezó cuando me dijiste que tenías novio. Sí, lo sé, la mayoría de "amantes platónicos" dejan de serlo cuando se dan cuenta de que su objeto de adoración pasa de sus chorradas. Y lo entiendo. Joder, yo tambien pasaría. Me gustaba pensar en ti como en aquella leyenda sobre Frank Sinatra y Ava Gardner: dicen que Frank cuando la vio entrar al bar donde estaban, le dijo a su compañero de whisky: Voy a casarme con esa mujer. O algo asi. A decir verdad, mis aspiraciones eran mas modestas, no se, me conformaba con repetir aquella noche que se me quedó grabada a fuego en el alma (si estuvieras aqui, te pediría que me pisaras el pie, o que me acuchillaras el meñique para no decir estas cosas tan cursis...). Sea como fuere, el darme cuenta de que me faltaba confianza, dinero e ingenio para llegar a gustarte fue actuando como una especie de veneno: empezaron a molestarme tus bromas, tus comentarios no pasaban de ser el de una chica mona que se cree moderna y todas esas gilipolleces. Obviamente, no era tu culpa, ni tu eras tal y como yo te veía en aquel momento, pero no podía asumir que de seguir así, te perdería y nunca repetiríamos otro 10 de diciembre. Me siento angustiosamente mal por recordar tanto aquel día: viniste a Alicante, recitaste y te marchaste. Pero hoy, revisando esa carta que te he dicho que he encontrado esta mañana, he vuelto a ver aquella hoja en la que me recomendabas música y más música y entonces, como por arte de magia, ha vuelto a encenderse aquella conversación nocturna. La gente me daba miedo y no sabía como reaccionar en situaciones socialmente hostiles, en las que se supone que hay que tener la lengua afilada para marcar el territorio, asi que me refugié en ti. Pero fue mucho más que eso. Descubrí que eras el puerto al que siempre habia querido llegar. Y desconocia la razón. No sabía el motivo, pero necesitaba tenerte cerca y escuchar tu voz entre el alboroto de las demás personas. Me hablaste de las sirenas, de las peliculas de miedo japonesas y me enseñaste tus zapatos de tacón. Entonces, como en una especie de despertar, enseguida llego al momento de la despedida, a ese abrazo demasiado temprano, con el que me tuve que despedir. Fue la primera vez que sentía de verdad un abrazo. La semana siguiente me la pasé llorando, por la sencilla razón de que te echaba de menos joder. Te echaba de menos y quería verte, quería quedar contigo todos los días y escuchar tus historias, y contarte mis miedos y beber hasta tambalearnos y perdernos por las calles de alguna ciudad que no conociera nuestros nombres. Hay algo en todo esto que me hace sentir horrible, como si las pérdidas que siempre he achacado a los lances de la vida y todos esos rollos, hubieran sido en realidad única y exclusivamente culpa mía. Incluso echo de menos tu último mensaje, en el que me mandabas a la mierda, diciendome que yo no significaba nada para ti (el mensaje no era así literalmente, pero esa era la idea). Mandarte una solicitud de amistad en facebook es arriesgarme a que vuelvan a dolerme estas heridas que trato por todos los medios de esconder a los ojos de todos, sabiendo, íntimamente, que no se pueden curar, que llegará un momento en el que no pueda soportarlo, y de una manera u otra, me deje ir. Va contra el estilo (incluso para lamentarse hay que tenerlo en cuenta) el decir a quien me refiero, es como si considerara a los demás tan estupidos como para darles la solución del enigma al final de todo el juego. No, no va por ahí, necesito decir tu nombre como una manera de decir en voz alta que quiero volver a saber de ti, que quiero que vuelvas a hacerme feliz simplemente diciendome hola y que me apetece mucho que podamos volver a construir ese castillo que yo, de una patada, como cuando me regalaron un parking que no tenia gasolinera, destrocé. Adriana, espero que algún día leas esto y que, a pesar de lo idiota que fui, no me gastes demasiado rencor o indiferencia y podamos volver a saber el uno del otro. Cuidate mucho. Un beso.