sábado, 18 de mayo de 2013

Vampire

Necesito amor, pero único que busco es sexo pero no es un sexo satisfactorio, no es real, es un mal sustitutivo de lo que realmente siento que me hace falta y acabo por sentirme mal y por echarle la culpa a todo el mundo a toda la gente que no se molesta por mi y cuando pienso eso me doy cuenta de que joder, de que yo no me preocupo de ellos, que soy un egoísta recalcitrante y que es normal que en momentos así me sienta solo, y pienso que a fin de cuentas es algo que me he buscado y aunque no me gusta, es algo a lo que tristemente estoy acostumbrado, a verlo todo desde la distancia, desde una barrera de seguridad que me impide empatizar aunque estoy seguro de que exagero y entonces suena el teléfono y es mi madre y noto su voz cansada, pero también noto más cosas en su voz que no son solo cansancio, la noto triste, malhumorada, animicamente agotada y decepcionada y se lo pregunto, le digo que si le hemos fallado y me dice que sí, que esperaba más de nosotros y yo me entretengo viendo articulos de broma ridiculos, boligrafos con cabezas que saltan de un lado para otro, telefonos con forma de hamburguesa o de boca y tangas de cola de elefante, y mientras hago todo eso mi madre sigue lamentándose a su manera, diciéndome que con nuestra edad esperaba que hicieramos las cosas mejor y empiezo a sentirme como una mierda, otra vez y nuevamente me siento separado de todo lo que me rodea, como si flotara, como si fuera un espíritu y me despido y cuelgo el teléfono y me marcho de la estúpida tienda que tiene una vaca en la entrada pero las palabras siguen allí echando raíces, repitiéndose y alterandose en mi propio perjuicio y recuerdo que no merezco que me digan que he fallado, justo ahora que he conseguido abandonar el alcohol, justo cuando he rechazado el trato cordial, el sentirme querido, o falsamente querido o por lo menos reconocido tan pronto pisaba el umbral, no merezco estar solo y el corazón me pide a gritos una chica que esté a mi lado, pero me parece que la edad de ir revoloteando en busca de una chica ha pasado para mi y que es mejor que me ocupe de mis asuntos, sin hacer demasiado ruido, que termine mi trabajo y desaparezca del mapa, sea lo que sea lo que signifique desaparecer, porque ya no tengo ni idea de qué significa qué ni tampoco tengo demasiadas ganas de comprobarlo y aquellas calles aún siguen en mi, el casino lleno de personas, por la noche, con la piel roja por haber estado en la playa todo el día, con unas expectativas quizá elevadas, pero con un sentimiento parecido a la alegría que se esfumó tan pronto como me quedé solo, y no quería dormir todavía, me daba miedo ver a la gente pasar por delante y entonces empecé a caminar y algo dentro de mi me decía que si tenía el suficiente valor tenía que demostrarlo en ese preciso momento, que debía demostrarme a mi mismo que podía NO ir a aquel lugar otra vez, pero seguí caminando, cruzándome con mil caras desconocidas, y no estaba el chino que tocaba el koto roto ni el chino que vendía aviones que dan vueltas y hacen ruido de sirenas ni el payaso que quiere dinero para un ferrari, no estaban pero los notaba a mi alrededor, como si por más personas que llenaran el paseo no fueran suficientes para hacerme olvidar mi rutina diaria, porque para mi aquello seguía estando vacio, sin nadie, con ese sol de la tarde que te abrasa la frente, con el cegador brillo del mar, en ese horario en el que no pasa nada y seguí caminando, digo, quizá con la esperanza de ver a Jara, mi camarera favorita con una ropa un poco más sexy y quizá subida en la barra, bailando, aunque el día anterior me dijo que no le gustaba bailar en la barra, que sólo lo hacía cuando se había emborrachado o cuando le ponían un billete de 10 o 20 euros, no recuerdo, en el tanga y también me dijo que no sabía que hacer con su vida, que todo le aburría, que tenía casi 30 años y que nada la hacía feliz y sentí miedo, sentí aquel vertigo de no saber hacia donde dirigirme y recuerdo que bebí una pinta más para intentar olvidar aquella sensación, y todo siguió igual, sus referencias a su novio y a su nintendo y a sus libros y a su madre y a sus compañeras de trabajo y a la playa y a esa manera suya de decir que había leido el 70% de un libro y el 20% de otro y a ese cumpleaños que había tenido la semana pasada y a su dolor de espalda y todo con ese gesto hastiado, con esa manera de hablar contigo porque, en el fondo, no tiene mucho más que hacer, pero siempre desde la lejanía, como una distracción necesaria y pensaba que a lo mejor, sólo a lo mejor, ella se entretenía conmigo y por eso me hacía ilusión verla aquella noche, pero cuando llegué no estaba ella, estaba la otra, la flaca, y una que no había visto nunca que me dijo que si quería algo y yo le dije que una pinta y me senté en la esquina de siempre y por allí rondaba el encargado descargándose música y de repente me empecé a sentir fuera de lugar, terriblemente triste y solo y bebía a sorbos pequeños, esperando que pasara algo que me hiciera cambiar de opinión, pero pasaba nada y quizá había ido demasiado pronto al bar, y las camareras bailaban ajenas a la gente de la terraza, que ya estaba atendida y ajena a mi, que no me conocían y entraron cinco personas que parecían extranjeras, y una de ellas era una chica muy guapa pero se fijó en mi y yo tampoco mucho en ella, cuando me dí cuenta de que uno de los chicos del grupo era novio suyo y me encerré en mi tristeza y pedí otra pinta, prometiéndome que sería la última sobretodo, más que por el ambiente o mi propio malestar, porque al lado había un tipo casi gordo con cara triste y un casco de moto que estaba bebiendo una cerveza sin alcohol y me pareció deprimente tenerlo alli al lado, pareciendo un reflejo de mi mismo y me enfade interiormente con el bar, con las camareras con los clientes y conmigo mismo por permitir aquella comparación, pero el tipo pronto se fue y volví a ser el único tipo que bebía en la barra y un poco más tarde entraron un grupo de heavies, tres tios con el pelo muy largo, casi por la cintura y dos chicas una de ellas, nuevamente, muy guapa. Me gustan las rubias. Pero ella era morena. Parecía inteligente. Pero eso sólo era una construcción. Una construcción mental. Un pasatiempo. Una manera de sentir que algo podía pasar. Los tipos pidieron chupitos de Jager y se los tomaron a la vez que bailaban y se hacían fotos, demasiado inocentes a mi parecer teniendo en cuenta que eran heavies y que para mi los heavies o son angeles del infierno que parten piernas con sus cadenas o son una pandilla de maricas y ponían sonrisas y cantaban por encima de las canciones del bar, añadiendo falsetes en aquellas partes en las que el cantante original no cantaba y haciendo un poco de air guitar y me pareció insoportable y me dediqué a fijarme en la otra chica, que no era tan guapa como la primera pero que llevaba unas botas que me gustaban y pensé que si tenía buen gusto para vestir quizá lo tuviera para todo lo demás pero justo cuando pensaba eso se puso a bailar pegada a un cristal pretendiendo ser sexy delante de uno de los heavies que hacía la gracia de bajar por unas escaleras al otro lado del cristal y pensé que el mundo no merecía seguir existiendo, que merecíamos un apocalipsis pero me conformé con crucificarme a mi mismo, pagando la cuenta y dejando una propina de 3 euros, aún cuando no tenía ganas de dejar nada, pero quise suponer que la dejaba como despedida emocional de aquel lugar, al que no tenía intención de volver, como de hecho he conseguido, supliendo aquellas horas con paseos por la Fnac, en busca de libros o discos o helados, pasando por delante de la catedral y sintiendo ganas de entrar, porque me siento culpable por demasiadas cosas pero no sé si eso puede funcionar y siempre me parece que voy mal vestido para entrar a una catedral y pienso a continuación que si lo que me preocupa es la ropa que llevo, en realidad no merezco entrar a una catedral a pedir perdón y que tengo que seguir arrastrando mi propia roca, llevándola hasta la cima para dejarla caer y volver a empezar y reconozco que aunque he estado unas dos semanas o quizá una sin usar el chat, he vuelto a utilizarlo, algo que es seguramente menos malo de lo que me parece, pero que me hace daño, quizá porque necesito sentirme querido y quizá por eso hablé con Eva, aunque no tenía demasiadas ganas de hacerlo y me arrepentí a los dos días, cuando me dí cuenta de que no tenía nada que decirle, que aquello era una completa tontería, que me han pasado demasiadas cosas, he caido en demasiados abismos y han cambiado demasiadas cosas como para que pueda retomar algo que murió antes de navidad y curiosamente no me siento culpable por eso, porque soy incapaz de mentir afectivamente y cuando siento que no tengo nada que decir, cuando me siento solo simplemente desaparezco sin dar explicaciones, porque sinceramente me parece que no son necesarias, porque mi vida es un caos del que sólo yo participo y en fin, un desorden que tiene que ir despidiéndose de las expectativas, de encontrar a alguien, de eso tan naíf que es el amor, de aquellas necesidades infantiles que ahora son traumas, revelados en la negativa a relacionarme adecuadamente con las personas, de no pasar de un nivel superficial, recluyéndome en el desconocimiento, quizá para siempre porque los amigos me han llegado demasiado tarde, justo cuando no sé como tratar con ellos, justo cuando no los necesitaba, por más que agradezca su compañia, y es que los necesitaba cuando era pequeño, cuando tenía que inventarme juegos, amigos, amores, cuando tuve que construir un pequeño mundo que me aceptara, aquel en el que reconocí a Violeta, que era una chica que amé en sueños, que siempre tenía caras diferentes pero que siempre era la misma y que algunas veces estaba en la calle y otras en casa, pero siempre recordaba mi nombre y era agradable, pero acababa por despertar y tenía que volverme a esconder en la última fila de clase, en un rincón en el recreo o detrás de algún libro cuando salía del colegio y, bueno, ahora las cosas son diferentes, ya no me escondo, quizá porque donde estoy no hay nadie más y mi reino es un desierto que gobierno en solitario, por eso ya no tiene sentido esconderse, no, ya no y entonces recuerdo que en un par de dias mi padre sale del hospital pero no quiero pensar que ha acabado, porque aún tengo mucho miedo, miedo de sentirme demasiado niño para afrontar la situación, de ver a mi padre mucho más deteriorado de lo que lo vi cuando estaba ingresado, de no saber dar lo que se necesita de mi y a muchas cosas más a las que no puedo ponerle nombre y es que mis miedos permanecen en la oscuridad, jugando con las trenzas de los problemas, riéndose cuando me caigo, satisfechos de mi debilidad y es que reconozco que soy una victima facil. Demasiado. Un juego aburrido. Aquello ya no existe, no lo hará nunca más, y escucho a Mark E. Smith y me enfado, siempre que lo escucho me entran ganas de darle un puñetazo a alguien y sigue sonando "Wings" y me repiten que los pequeños cambios pueden alterar mucho más que una simple década y me entra el pánico y no sé dónde meterme para huir, como aquella vez en la que sufrí un ataque de miedo y me parecía sentir el miedo en mi propia piel, con mi mano encogida y mi brazo rígido, tanto que me dolía y gritaba sin ser capaz de articular una sola palabra y es que el miedo estaba allí, justo allí, en el techo y mi hermana estaba a mi lado pero no lo veía pero yo sí, estaba allí, encima y se metía bajo mi piel y luego salía, como un fantasma, como algo mucho peor que aquello, como yo mismo frente al espejo, con todas mis imperfecciones a la vista y le dije que necesitaba ayuda o no sé si se lo dije, pero lo pensaba, lo gritaba y fue en aquella semana cuando sentí que todo el mundo podía acceder al amor, sentirse querido menos yo, mi hermana con aquel chico que había conocido, mis amistades con sus parejas, en la calle los arrumacos, los comentarios en las chicas solitarias que decian "sí, el otro día mi novio..." y todo lo demás y lloré y grité y me escondí en un rincón deseando que el tiempo pasara rápido, más rápido aunque sin saber muy bien a dónde dirigirme, aunque en aquel momento eso me daba igual, solo quería otra cosa, otra, me era indiferente: cambio a mejor o a peor, pero cambio. Lo necesitaba. Lo necesito. Lo necesito. Lo necesito. Lo necesito. Lo necesito. Lo necesito. Y no sé que necesito. No tengo claras mis necesidades, ni mis vicios, ni mis virtudes, ni mis capacidades, ni mis errores, ni lo que puedo ofrecer, ni lo que puedo exigir, ni lo que puedo perder, ni lo que puedo ganar. Lamerse las heridas es un entretenimiento bastante raro.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Satellite

Tengo frio, y miedo y me tiemblan las manos y no dejo de pensar en ayer, y quizá, aunque sin tanta insistencia en mañana y me siento solo otra vez, aunque no tengo motivos y miro mi cama y pienso que debería hacerla, que un mes es suficiente y que cuando me miro al espejo empiezo a ver otras cosas diferentes, otro rostro que no conocía, pero eso da igual porque está aquí, aunque me parece extraño, como si no me perteneciera, como si yo siguiera siendo otro, otro que está perdido y llorando en algun rincón, el niño que pide ayuda o compañía o sencillamente alguien que juegue con él a la pelota o que hable de los tebeos de Son Goku. Y en mi cama, por la noche, pensando en el partido de fútbol que quería ver por la tele y que no ví, en las palabras de mi madre, en esos insultos que no merezco o que sí merezco pero no los quiero asumir, porque esto no es un problema, es solo un tropiezo, aunque no sea el primero y el anterior no haya sido hace mucho y entonces me doy cuenta de que hablo como todos los alcohólicos y pienso que soy diferente a ellos, porque soy más inteligente, lo que pasa es que mi vida me aburre y pienso que si voy al bar no es por beber, la bebida me da igual, si voy es por las camareras, porque me gusta clavar mi mirada en sus culos en mallas mientras van y vienen a la terraza, y siento miedo por no recordar nada del día de ayer desde las 8 de la tarde y me sorprende comprobar que fuera capaz de caminar desde el puerto hasta el parking y aguantar casi todo el trayecto sin vomitar, aunque justo en el camino de entrada a casa, cuando mi madre me llamaba para decirme que todo estaba bien, que estaban en planta y que la crisis de la semana pasada estaba controlada, tuve que pasarle el telefono a mi hermana para vomitar. Tres chorros, coloreados de color rojo, aunque no sé porque tenían ese color, si sólo bebí cerveza, aunque Jara me dió frutos secos para acompañar, puede que sea por eso, y me siento débil y ridículo y solo y avergonzado porque todas sus palabras tienen razón, y me llaman caradura y, bueno, no puedo hablar mucho ni tampoco pensar deprisa y me entra sueño y a duras penas logro ponerme de pie para hacer pipí antes de quitarme la ropa, vaciar los bolsillos de mi americana y quitarme los zapatos para comprobar que tengo heridas en los tobillos y de que mi impresión de que me estaban pequeños no era tan sólo una impresión y duermo y me parece viajar lejos, muy lejos aunque al despertar descubro que sólo es el día siguiente. Y las camareras estaban contentas, o quizá un poco borrachas, bebían vino cuando llegué y mi camarera favorita se alegró de verme y me dijo: ¡tengo barril! y me preguntó por el fin de semana y después siguió atendiendo a las mesas y cuando casi terminé la primera su compañera me dijo se te ha roto el vaso pero aún me quedaba un poco y lo terminé y le dije ahora sí que se me ha roto y le preguntó a mi camarera si había confianza y yo respondí que sí y mi camarera dijo sí, un poco y entonces la otra usó el mismo vaso para servirme la segunda y yo seguí bebiendo sin pensar en nada excepto que me gustaba estar alli, que me gustaba ese ambiente, con la luz del sol y el puerto a mis espaldas, con la apariencia de normalidad en la cara de las personas que tomaban lo que fuera y con mis risas automaticas cada vez que las camareras me decían algo y entonces Jara se pone detras de la barra y me mira y yo la miro a ella directamente a los ojos y no sé bien que decir porque la mirada dura más de lo habitual y entonces ella me pregunta que qué me parece la música y yo le digo que me parece bien que ya sabes lo que dicen, renovarse o morir, bueno, esto no es renovarse mucho, me dice ella, pero por lo menos están en castellano y puedes cantar la letra le digo y me se ríe y bebe un poco más de su copa de vino y vuelve a salir a la terraza y suena Tino Casal y luego Hombres G y luego Seguridad Social y las camareras se ponen a bailar y yo a tararear la letra en voz baja y luego Iván Ferreiro afirma verano muerto, veré a las chicas pasar, será como aquella canción de los años 80, seré como el tipo que algún día fuí y entonces la camarera me dice que si tengo alguna sugerencia casposa que la diga, que se aceptan recomendaciones y me río y en el fondo me siento tonto, muy alejado de todo aquello, pero tambien me da igual, porque alli no soy yo, estoy en otro lugar que no sé si es mi proxima estación o sólo un delirio provocado por el miedo que me esta dando todo esto, el ver a mi padre en la UCI, el acostumbrarme a deambular por el hospital, sometido a la lluvia, unas veces suave, otras dura que me acompaña durante todo el camino, con mis pies frios, en una ciudad extraña y los trenes, y las vias, grises, azules, colores sin significados propios que sólo son muestra de mi estado de ánimo y entonces quiero gritar y quiero llorar y aislarme y reclamar la atención de todo el mundo y le digo a mi madre que me hubiera gustado no haberla visto tan pronto y pienso que no sé muy bien qué trato de decir cuando le digo eso y me abraza y me aprieta la mano y me dice que ya lo sabe, y cuando vamos a comer a la cafetería del hospital, cuando estamos con las bandejas de comida en la mesa, con la sopa cubierta, el pollo con patatas fritas y el yogur y el pan y el vaso de cocacola todo con el mismo sabor que tenía la comida del comedor escolar al que iba cuando era pequeño, se me ocurre agarrar las manos de mi hermana y de mi madre y rezar, aunque la mente se me queda en blanco, me pierdo cuando intento encontrar algo de paz y empezamos a comer en silencio, el mismo silencio que me rodea a diario, ese que no sirve para justificar que llegue tambalante a casa, con vómito en los pantalones y que hace que durante el día de hoy mi hermana no me hable mucho y pienso que yo también haría eso, que la entiendo y que ya se le pasará y me pongo triste y tengo frío nuevamente. Suena Mónica Naranjo, en una canción de la época en la que empezó a ser una musa gay y la camarera dice que se va a teñir el pelo de moreno y de rubio y yo me fijo en su boca cuando habla y descubro que lleva un piercing en la lengua y automáticamente me acuerdo de esa escena de Pulp Fiction en la casa del traficante cuando la mujer del traficante le dice a Vincent Vega que el piercing en la lengua lo lleva porque mejora el sexo oral aunque no soy capaz de pensar sexualmente en la camarera que tengo justo delante y dice entre tú que tienes la garganta rota por tanto cantar y tú que tienes el vaso roto no me dejáis tranquila y reímos y le doy mi vaso para que lo llene y después cuando Jara sale de nuevo a la terraza la camarera me dice que si soy gallego y yo le digo que no y ella me dice que tengo acento y yo le respongo que pensaba que no tenía ningún acento y ella me dice que lo deje, que son cosas suyas y me río y suena Loquillo, y me entran ganas de ser una rock'n'roll star y vuelven a estar las dos dentro del local y parecen un poco deseperadas o aburridas o enfadadas porque su novio les ha dicho que no puede quedar esa noche y brindan y lo mandan a tomar todo por el culo y una se va a la cocina y Jara vuelve a ponerse delante y vuelve a mirarme con sus ojos marrones y su pelo largo negro y me gusta que lo haga aunque no sé muy bien que decirle y se me ocurre preguntarle que cuantas copas de vino lleva tomadas y me dice que tres, porque a su amiga, la otra camarera, no le gusta la cerveza, pero que le apetece una caña y me ponen otra cerveza y la camarera de dentro sale y viene un tio de unos 40 años con camisa negra, pantalon negro, pelo negro y gafas de sol negras y le pregunta algo a la camarera, algo que no puedo oír y el tio le da la espalda bruscamente y la camarera me mira con cara de sorpresa y yo levanto mis cejas, intentando mostrarme curioso. El tio se marcha en seguida, moviendo sus hombros como si tuviera estilo, pero no lo tiene, no en absoluto, y le pregunto qué es lo que ha pasado y me dice que el tipo quería Mahou pero que no tenía y sigue diciéndome que lo peor es que eso es habitual que pase y yo para relajar el ambiente digo que después de Monica Naranjo ya no se me ocurre nada y suena La Unión y Los Rodríguez y mientras bebo les digo a las camareras que son malas, pensando en irme a casa, porque la última vez que llegué a este punto también vomité y no quiero que se repita y entonces Jara me dice que dónde voy a estar mejor que allí y la otra me dice que me quede y que les haga compañía y los tres levantamos la copa y brindamos y el horizonte me empieza a parecer extraño y un poco borroso pero me da igual porque siento que les he caído bien a las camareras, que por fin le he caído bien a alguien y que me gusta esa sensación y me acuerdo de cuando esperaba en la estación, el tren con retraso y mi hermana apoyada en mi hombro, terminando Menos que cero y viendo a dos idiotas delante de mí, uno con gorra, el pelo teñido de rubio y dos pendientes en la boca y el otro gordo con una camiseta de Marea escuchando musica heavy estridente primero y la entradilla de Doraemon después y me doy cuenta de que me gustaría pegarles un puñetazo, de que me sentaría bien un arrebato violento con ellos pero pronto se me pasa y me doy cuenta de que me da igual pegarles o no y de que, incluso, sería mejor que fuera OTRO el que lo hiciera. Me invitan a una cerveza más, por cuenta de la casa me dicen, pero puedo tomar ni un trago más y además es tarde y tengo que volver y apenas pruebo la espuma y entonces hago un gesto de "se acabó" y Jara me cobra y cuando su mano me devuelve el cambio, se lo vuelvo a dar a ella como propina y me mira pícara y la otra se asoma por la cocina y la saludo con la mano, despidiéndome y se muestra contrariada, como si quisera que me quedara allí y a mi me gustaría quedarme, pero no me siento del todo bien, aunque quiera convencerme de que todo está bajo control y no quiera pensar demasiado en un abismo demasiado cercano y Jara le enseña la propina que les he dejado y se despide afectuosa y entonces me marcho con muchas ganas de volver, no por la bebida, sino por su compañia pero mi madre me dice por teléfono que no vaya más, que evite la tentación y pienso que tiene razón pero que no puedo huir de mis problemas, que tengo que superarlos y pienso que eso mismo podría aplicármelo a otros ámbitos de mi vida más problemáticos o decisivos y me percato de la debilidad de mi espíritu, como cuando me quedo hasta las 3 de la mañana un lunes o un jueves mirando el ordenador, sin nada que hacer, perdido en intrascendentes conversaciones de chat con múltiples nicks, Lou Reed, Nikki Sixx y hablo con Guarrilla28relatox y al acabar, cuando le digo lo solitario que es hacer eso, cuando le digo que los relatos son un mal sustitutivo del amor, cuando intento tener una aproximación lo más humana que puedo, ella, él o ello no contesta y yo cierro el ordenador, dándome cuenta de que pierdo el tiempo haciendo esto y de que no puedo justificar en el miedo de la situación mis malas acciones y de que en el fondo, estoy cogiendo el peor camino posible, el que me traerá más problemas y me doy cuenta de que lo más horrible de todo es que no sé lo que necesito, no sé que pedir y no sé a quién buscar y cada vez ando más perdido, más lejos de la orilla de mi inocencia, dándome cuenta de que mis sueños son demasiado ridículos y de que mi pretensión de ser escritor no se sostiene por ningún lado ahora que veo como Adriana triunfa y no sé si merecidamente o no, porque no hablo con ella y lo que una vez fue una amistad sincera ahora se me antoja un contacto virtual sin mucho sentido y me siento mal porque debería alegrarme y estar feliz pero luego me pregunto que por qué debería sentirme asi o de ninguna otra manera y me doy cuenta de que la noticia positiva es que empiezo a salir de la dependencia o la esclavitud emocional que sentía cuando me acordaba de ella y de que eso de que algunas personas sólo están de paso por tu vida es verdad y pienso también en Mariona, que está muy lejos, más lejos que nunca y que ya no la siento como una amiga ni nada de eso, a la que parece que le dan igual mis cosas y a la que no me apetece contarle nada definifivamente decisivo y pienso en borrarla de Facebook porque no veo que esto vaya a ninguna parte porque no hay nada que me moleste más que saludar y que no me devuelvan el saludo, sobretodo cuando no es una sino varias veces, aunque la semana pasada yo hice lo mismo cuando caminaba por la universidad, cuando me crucé con el gilipollas que iba a venir a mi recital y no vino y el que me iba a enviar su revista y no me la envió yo seguí caminando, escuchando a Daft Punk, noté que el me llamaba pero mi jugada fue perfecta, ya que seguí caminando recto, bostezando y arrancando hojas a los árboles, que es una cosa que me encanta. Pensé interiormente que le jodan, pero se me pasó rápido, ya que me daba absolutamente igual esa persona. Y no quiero acabar esto mencionándolo en último lugar, porque parecería que le doy una importancia que no tiene, pero no se me ocurren sustitutivos, únicamente mis sueños, esos que últimamente no aparecen, mi mente en blanco, que reza o busca algo sin nombre, que desea que acabe esto, sea lo que sea, y que algún día, mi pena se marche, pero que aún es pronto y todo sigue igual, sin sentido...