domingo, 6 de septiembre de 2015

Goodbye stranger.

La primera mitad no estuvo mal. Me costó encontrar un sitio para tomar algo, pero finalmente lo encontré. Una cerveza y varios lugares comunes, para establecer un marco: los estudios, la gente, los países. Ampliando el foco progresivamente. Incluso reímos varias veces, y llegué a decirle "no te preocupes por no haber encontrado amigos todavía. Yo seré tu amigo". Theresa. Un nombre manejable, no demasiado ajeno, tampoco mi favorito, pero correcto. Disculpa, tengo que ir al baño. Y yo aproveché para empezar a hacer origami, con el tiempo me he dado cuenta de que esa es su función básica, la de servirme de entretenimiento, no teniendo nada que ver con la belleza (las puntas siempre acaban algo torcidas). Al volver, todo empezó a volverse extraño, sonreía al sentarse, pero en sus ojos había un brillo distinto, incluso parecía que estaba a punto de llorar, pero no le pregunté nada, solo empecé a centrarme demasiado en terminar aquella puta pajarita con la servilleta. El papel era demasiado fino y los pliegues no duraban y ella me miró y me dijo "¿Y sueles salir mucho por la noche?" y yo no encontré motivos, no aquella vez, para contar una mentira y le dije que no, que todos mis amigos vivían fuera, en el reino unido y ella me dijo que si, que ella también tenia amigas con las que se mensajeaba porque vivían lejos pero se refería a si ADEMAS de esos amigos tenía a alguien con quien saliera los fines de semana. Pues no, no tengo a nadie y ella me miro en silencio, como si esperara que desarrollara mi respuesta algo mas, como si la soledad no fuera un escenario plausible, como si todas las actividades que me esforcé en describir (voy al cine, hago fotografía, hago también un programa de radio, escribo, leo) no fuesen opciones que pudiesen ser aceptadas y entonces no supe que responder y me sentí incomodo y empecé a pensar en voz alta y me escuché a mi mismo diciendo "si te digo la verdad no se que demonios ha pasado con toda la gente que he conocido en mi vida. No se dónde han ido a parar" y quería salir de aquella situación y entonces empezamos a hablar de cosas completamente vacías, dejando muchos espacios entre nuestras respuestas, como si de repente la ilusión de actuar como conocidos se hubiese desvanecido de golpe y volviésemos a ser lo que éramos justo una hora antes: completos desconocidos. La conversación volvió a recuperarse cuando hablamos de música y no se por que no dije que me gustaban The Smiths y Morrissey y Bowie y Pulp y solo dije que hubo una época, justo antes de irme a Escocia en la que me dio por escuchar flamenco, aunque no era ningún entendido y realmente no se porque cojones lo dije, porque solo escuché un par de canciones de Paco de Lucía y cuando ella me dijo que le gustaba el indie español puse cara de "ah, no esta mal" aunque en el fondo sabía que todo el indie español es una puta mierda, todo el mundo lo sabe, pero solo intentaba ser amable: era guapa y era rubia y yo bastante idiota. Nos despedimos en el mismo punto en el que me despedí por última vez de Hannah, cuando desde lejos me dijo adiós media hora después de habernos visto para tomar tapas y quince después de decirme que si estaba bien porque estaba sudando mucho y lo único que me paso fue que llevaba un jersey de lana y aquel lugar estaba lleno de gente y en esa época había engordado y sí, sudé, por el calor y por la inseguridad y mi flequillo se parecía a esos cuernos de cartón que se usan en los disfraces de demonio comprados en los chinos. La próxima vez tenemos que hablar en español, sí, sí, claro y con una sonrisa nos dijimos adiós y estuve tentado de darme la vuelta a la mitad para ver si ella hacia lo mismo y entonces pensar que a pesar del momento extraño las cosas habían ido bien y que ella querría volver a verme, pero no lo hice y torcí por la esquina de la tienda de electrónica de segunda mano y me puse a mirar videojuegos y películas antiguas a dos euros. Y le escribí a Theresa, diciéndole lo mucho que me había gustado conocerla y esperé unos días antes de decirle que si quería salir a tomar algo, pero tenía clases de windsurf y no podía y después se pasó 3 o 4 días sin responder a mis mensajes de "hola, que tal?" o "espero que hayas tenido un buen día" y la borré de la lista de whatsapp y después cuando ya no esperaba nada me contestó que bien y yo le seguí hablando esperando retomar aquella ilusión que me había hecho la semana anterior y volví a decirle que si le apetecía tomar algo el viernes, después de su trabajo y que prometía que no trasnocharíamos mucho para que pudiese ir descansada a sus clases de windsurf y me respondió que no podía, que había quedado con un amigo y yo automáticamente me imaginé a un monitor argentino de windsurf enfundado en un traje de neopreno poniéndole las manos en la cintura para corregir su postura en la tabla y sonriéndole todo el tiempo y ella sonriéndole también porque quería conocer amigos y porque su mejor amiga también tenia un novio argentino y entonces me doy cuenta de que estoy desarrollando una repulsión irracional hacia los argentinos porque también los había en el departamento y todos eran muy listos y muy simpáticos y muy amigos de los catedráticos y entonces reconozco que tanto ellos como ella, la ultima ella han sido solo otra derrota más y le digo casi para terminar que si el sábado después de su clase le apetece tomar una cerveza que no dude en avisarme, pero no lo hace, no lo hace y yo borro de nuevo todas las conversaciones que hemos tenido en whatsapp y también empiezo a borrar todas las demás, las de interpals con todas esas chicas de países cada vez mas lejanos, de Turquía, de Brasil, de Rusia, de Ucrania, de Hungria, de Polonia y de repente me doy cuenta de lo idiota que soy, de lo poco saludable de esas costumbres y aun guardo un contacto en mi teléfono de Turquía, Esin, azafata de avión con la que intento suplir mi soledad, o por lo menos trato de no pensar demasiado en ella, pero no sirve de nada y miro en Facebook y borro mis búsquedas en Tándem Alicante y compruebo que Amy no me ha respondido y mi perfil en Conversation Exchange para no hablar más con Karina que estaba muy atareada con "un cambio de casa, con su trabajo y con su novio" y borro también Skype, porque ya no hablo con Yulia, ni ella me habla y eso solo ha sido un enamoramiento fugaz, un "alguien" invisible al otro lado de la pantalla, supongo que la distancia es algo que no puedo manejar muy bien porque siempre intento construir un aquí artificial, que solo me sirve para tener algún mensaje, para vivir en la ilusión de que quizá algún día alguien me quiera lo suficiente como para abrazarme, solo eso, pero ni siquiera lo consigo y todo parece estar bloqueado y la única solución es decirle adiós a todo y extrañarme del mundo con más motivo que nunca porque la universidad ya ha terminado para mi y no hago más que mantener una actitud pendular entre la compasión y el odio hacia todas las personas que he conocido durante estos años y me doy cuenta de que no tiene sentido dramatizar nada, de que todo seguirá igual pero peor, sí, porque ya no tengo dinero y porque trabajaré en otro lugar y porque algo importante de mi mismo se ha quedado definitivamente por el camino pero sin embargo no siento que esté empezando nada, sino abriendo un paréntesis, despidiéndome momentáneamente de esa parte de mi que me ha llevado al caos: ahora me conozco un poco mejor, pero no se qué ganancia he sacado de eso. Existen motivos para creer que las cosas pueden irme bien, sí, puedo verlo, noto que puedo dejar atrás ciertas tristezas, quizá no de manera definitiva, pero si de forma que queden escondidas por otros pensamientos más positivos, pero al mismo tiempo sigo sin poder dejar de lado el porno, las conversaciones eróticas frustradas en el chat, la dependencia emocional, la autoestima muerta y todos esos escenarios de catástrofe en los que mis amigos me rechazan, los amores no existen y los remordimientos por mis fracasos se convierten en un dolor tan real que me lleva al suicidio. A estas alturas, la ausencia de al menos una certeza absoluta o medianamente firme me da miedo, me paraliza, es un ruido quieto, un paisaje blanco en el que ninguna señal deja huella: puedo imaginarme de la misma manera existir que dejar de hacerlo, soy capaz de encontrar razones para vivir y morir. Sigo pasando las noches en vela, mirando el teléfono, pensando en el pasado, en el futuro, en las personas que he querido y en las que he dejado ir, en los momentos en los que podría haber reaccionado de otra manera, en los fracasos y las victorias cotidianas, cambiando de canal, haciendo zapping, dejando que el paso del tiempo haga poco a poco lo que no me atrevo a hacer de golpe, tratando de convencerme de que no todo ha sido tan malo, de que solo ha sido una mala época y nada mas, pensando, cuando mis ojos empiezan a cerrarse otro día más, en el hábito, en las horas.

jueves, 20 de agosto de 2015

Origami craft pad.

Sin ceremonias: estaba tomándome un cafe frío de bote, de esos que se compran en los supermercados cuando fui a la agenda y borré todos los números que tenía de Laura. El antiguo, el nuevo y también la eliminé de Facebook. Lo hice sin pensar, como algo automático. Me encantaría que el olvido llegase a la misma velocidad a la que se pueden eliminar los contactos de una agenda o las fotos guardadas en el teléfono: aquellas imágenes, las sonrisas ocultas y extrañas, había imágenes que ya había olvidado, pero allí estaban, incrustadas en la memoria, los momentos y el progresivo deterioro de aquel encuentro que yo me he empeñado durante tanto tiempo en llamar "relación". Ya no está y aunque afortunadamente ya no puedo volver a enviarle mensajes preguntándole "que tal?" o "te echo de menos", sigo teniendo miedo de su recuerdo, mi debilidad aun está presente. A veces me engaño pensando que le tengo miedo a los demás, aunque en realidad, cuando estoy solo, me doy cuenta de que quien realmente me da pánico soy yo mismo. No me gusto y aunque intento pasar página, no es difícil, ahí siguen las conversaciones, los momentos dolorosos, las expectativas. Aun regreso a aquellos lugares, como ayer en el que no pude evitar recordar la reunión en la que me dijeron que donde estaba todos esos días, ¿sabes cuantas horas estudiaba yo al día? estudiaba diez horas y también compartía despacho con otros estudiantes y un despacho mucho mas pequeño y cuando yo intentaba decir que trabajaba en casa, que escribía en mi habitación me dijeron que si la solución fuese esa no tendría ningún sentido mantener abierto el departamento, que con poner una dirección de email sería suficiente y yo me sentí idiota y seguramente lloré al regresar a casa, aunque no lo recuerdo bien. Y no tiene sentido recordarlo, pero no puedo evitarlo, no puedo escapar de este deseo intimo de autogestión, no necesito objetos ni cuchillos, los recuerdos son mucho mas hirientes que cualquier herida abierta, y en el fondo, más allá del enfado, lo que me queda es el sabor agrio de la incomunicación, la decepción de marcharme de un lugar sabiéndome un completo desconocido, no se que opinión se tiene o se tendrá de mi, pero con toda seguridad no se aproxima a la persona que considero que soy, pero exigí demasiado, lo sé, y eso es lo único bueno que me quedará de Dasha, aquella conversación tras cuatro meses, en la que tomándonos un helado en una heladería vacía a las tres de la tarde, le conté con algunos detalles pero no todos, aquella experiencia y ella me dijo que mi problema era que yo había esperado cosas irrazonables, que mis compañeros no estaban obligados a ser mis amigos: tenía razón, por muy cruel que suene, quizá he sido demasiado blando, o me han faltado amigos o no le he dedicado el tiempo suficiente a mis hobbies, pero a la mierda, sí que tengo amigos, me niego a darle la razón a Victoria, cuando vino a mi despacho y me dijo que estaba preocupada por mi porque no me veía pasear con ningún amigo porque si el único problema fuese que no iba con ellos a comer no pasaría nada, pero es que no me conocía ni amigos ni novia ni nada y me preguntó que si sabía que iba a hacer con mi vida y yo no me esperaba todo eso porque la consideraba una amiga o por lo menos lo mas parecido a una amistad que tenía en aquel departamento y solo respondí que me limitaría a vivir lo mejor que pudiese y ella me miro con cara de lastima unas veces y con severidad otras, diciéndome "tienes que ir a este psicólogo, ya he llamado y he pedido cita por ti" y yo me sentí abrumado porque lo que necesitaba no era eso, no eran psicólogos, me tenían encasillado como una persona con problemas, apestado, como alguien con el que no se podía hablar, cuando lo único que hubiese necesitado hubiese sido algo de normalidad, algún estimulo intelectual, alguna muestra de que realmente yo les importaba, pero no, no, no, NO, solo se preocupaban por hacer saber que ayudaban, sin ayudar realmente, a todo le ponían volumen, todo tenia que ser sabido por otros y el silencio quedaba relegado al plano de los locos, de los solitarios, de los irrelevantes y si recuerdo bien que ese día sí que lloré, porque me planteaban su pequeño mundo como la única opción posible para obtener la felicidad y aunque no lo expresara con palabras, a partir de aquel día empecé a sentirme completamente lejos de todos ellos, la siguiente reunión ya fue en la que me enfadé y jamás le volví a contar mis sentimientos a nadie, jamás, porque no me entendían y porque no necesitaba que esas personas, que tanto y tan constante daño me habían hecho lo hicieran y necesito olvidar todo eso, quiero olvidarlo porque aunque le escribiese un mensaje a Rebecca contándoselo todo, confesando lo mal que lo estaba pasando y la falta de apoyo que tenía, su comprensión no me resultaba suficiente porque es mi mejor amiga, pero vive en Japón y realmente ella y Craig son los únicos motivos que en muchas ocasiones he encontrado para no tirar la toalla, para no matarme, porque los quiero de verdad, pero están demasiado lejos y a la vez me da miedo que esa otra parte de mi termine por vencer y borrarme de Facebook y cambiar mis teléfonos y alejarme incluso de las personas que de verdad se han interesado por mi, como si tuviese que huir de todo, como si mi destino estuviese predeterminado de una manera u otra y que á la Edipo, cada paso que diese para alejarme de mi dolor me acercase un poco más a mi final, y ahora mismo vivo ahí, en esa encrucijada, entre una realidad que me duele y una ficción insatisfactoria, borré a Katia, que me dijo que siempre estaba ocupada y que me escribiría tan pronto tuviese algo de tiempo y no me escribió en una semana y borré también a Sophie, que según dijo era doctora en Moscú y que también me dió su Facebook pero que la borré al poco tiempo porque no me contestaba y porque sus fotos parecían falsas y tampoco he vuelto a hablar con Kaja, con la que me escribí el primer día en el que me apunté a aquella página de amigos por correspondencia pero con la que no he vuelto a cruzar palabra y sobretodo no con Eugenia, que quiere venir a vivir a Alicante pero que no me gusta y me da mala espina y Karina que todavía no ha respondido a mi ultimo email y aunque parece simpática todo apunta a que pronto se nos acabaran los temas de conversación superficiales (te gusta leer? que libros lees? que aficiones? que tal es la vida en Nueva York?) y o bien dejamos de hablar o bien empezamos a tratar el tema de si ha tenido pareja o no, lo que en cierto sentido me lleva de nuevo a la primera opción y aunque es agradable tener correos de otras personas, no consigo eliminar la apariencia de simulación que tiene todo, la sensación de que estoy perdiendo el tiempo o de que mas pronto o mas tarde nos aburriremos mutuamente, porque es muy difícil tejer una amistad así, poniéndola en un segundo plano pero siempre estando atento, como algo que complementa a la vida, pero cuando no hay nada a lo que complementar existe el riesgo de empezar a imaginar demasiadas cosas (como será? será guapa? tendrá una sonrisa bonita? un buen culo? seré capaz de seguir escribiéndole si me resulta fea?) y yo ya no quiero imaginar, porque mi vida se está convirtiendo en una ficción insufrible, me paso los días corriendo en la cinta del gimnasio intentando no ser uno de esos mirones que después comentan en el vestuario que buena estaba aquella rubia y las tardes en casa, leyendo algún libro o algún tema de un curso online y en apariencia tengo todo lo que necesito a mi alrededor, tengo tutoriales de piano y de guitarra y tengo un piano y una guitarra y tengo libros para aprender alemán, francés y ruso y tengo a mi perro que siempre me saluda y quiere jugar conmigo y tengo mucha música pero nada parece ser suficiente, hay un error en todo esto, una mala configuración, un entendimiento equivoco en mi manera de ver el mundo y algunas mañanas solo juego a la playstation 2 y me masturbo y después desayuno y después otra vez juego a la playstation 2 y me masturbo y paseo descalzo por casa odiándome por perder el tiempo de esa manera, por no ser un poco más optimista y por ser tan cruel conmigo mismo, me odio por odiarme, y todo este odio me lleva a llenar una petaca con el poco whisky que queda en la despensa, como si beber fuese mi castigo particular, bebo para derrotarme, para decirme que la culpa es mía, que la falta de amor no se debe a que nadie me haya querido sino a que yo no he sabido querer y de nuevo pienso que ya es suficiente, o por lo menos ya basta por hoy y vuelvo a mirar el teléfono en busca de nuevos mensajes y no hay ninguno más alla de los anuncios de trabajo que me llegan por Job and Talent o por Primer Empleo o por Jooble, que me avisa que han cancelado mi anuncio de busco trabajo en Los Angeles, California, pero que puedo volver a activarlo en cualquier momento siguiendo este link. Y ni siquiera puedo buscar un video porno, porque he consumido los datos de mi teléfono hablando por Skype con Yulia, una chica que vive en Pskov y que está dibujando un cómic y aunque hablamos todos los días y parece que me entiende porque también ella ha pasado por malos momentos y a pesar de que cuando le cuento el daño que me persigue me dice que lo mejor es que pase pagina y que piense en otras cosas porque si no el pasado me matará, a pesar digo, de todo eso no me resulta suficiente, aunque sea guapa no me vale y aunque decida escribirme sin que yo le haya escrito primero no consigue calmar mi inquietud y he decidido no poner ninguna música de fondo, he dejado a los Smiths y a los Sleaford Mods y a Joy Division y a Iggy Pop y al disco blanco y a Bill Evans para escuchar la televisión, para decir como ha muerto Lina Morgan y a fantasear con el divorcio de Vargas Llosa de su prima segunda y la conclusión que saco es que todo es una mierda, que el incesto esta bien visto en las clases altas y de que no tengo otra cosa mejor que hacer que menospreciar toda manifestación cultural que me rodea porque yo puedo hacerlo mejor, y es insufrible estar aquí, en este aquí que trasciende lo geográfico, en este locus vital en el que no me reconozco, en esta depresión continua, en la rabia y la tristeza, en la falta de sinceridad y en la necesidad de otras cosas diferentes a las que tengo, encerrado en una huida continua, lastimera, con la tentación en muchas ocasiones de mirar atrás y detenerme a considerar que quizá soy el único culpable de muchas cosas que me han pasado y recuerdo que cuando Carlos me escribió desde Amsterdam preguntándome si yo era yo no fui capaz de responderle con alegría, a pesar de que el parecía estar muy contento de haber retomado el contacto conmigo y yo estaba en Escocia en aquel entonces, también escribiendo en chats por la noche, viviendo una especie de hiato de mi mismo, pero siendo un reflejo de mis costumbres y mis vicios y no quise responderle mas y perdí nuevamente el contacto y me acuerdo de cuando hace un par de dias mi mejor amigo en la universidad Victor, me vio en Starbucks y no me saludó y me ignoró como si yo fuese un desconocido mas de los que estaban allí, y entonces empecé a pensar que le estoy diciendo adiós a demasiadas cosas, que me estoy marchando de muchos lugares sin tener aun otro al que llegar, pero me da igual, porque empiezo a estar cansado, muy cansado, como si nada de lo que hubiese hecho sirviese, como si mis sueños (ser Ginsberg, ser Whitman, ser Keating) hubiesen sido estúpidos, y como si no tuviese a nadie que me explicase que demonios está pasando. Y ahora empieza Mujeres y Hombres y Viceversa con esa presión fascista en ubicar el sexo en el centro de todo y no es solo que sea un programa ridículo sino que precisamente da en la diana de la obsesión de la sociedad actual con el amor, hay que encontrarlo a toda costa, de la manera mas sencilla posible, tienes que amar y ser amado, esa es tu única función, buscado en Tinder, en Meetic, en Edarling, en POF en Tuenti, en Badoo y esas son solo las que conozco, pero luego hay muchas mas, presionando para que ames, para que pongas en el centro de tu existencia el cuerpo del otro, cosificado hasta el extremo de convertirlo en un objeto egoísta de placer y nada más, y nada más y desde el televisor solo me llegan los murmullos, y pienso que quizá pienso eso porque no tengo músculos y porque no entro en ese canon del presente en el que la belleza física es la puerta de entrada a todo lo demás y eso me lleva a recordar otra vez aquellos comentarios sobre estas mas visible o has engordado del departamento y de ahí viajo a lo que el pediatra le dijo a mi madre, su hijo es vago para comer y aquellas primeras fotos en las que se me veían las costillas y todo eso que considero tan trivial, tan irrelevante y que sin embargo está aquí y ahora, mientras mis pensamientos, mis miedos, mis expectativas frustradas, mis sueños muertos y mi soledad se convierten en un murmullo no tan diferente del que me llega desde el televisor.

domingo, 16 de agosto de 2015

Rothko.

A estas alturas, Dasha ya es cosa del pasado. No la echo de menos y no espero nada especial a partir de septiembre, cuando regrese a Alicante y ambos continuemos con nuestras vidas. A menos que tenga un día especialmente triste o desmotivado, no tengo nada que decirle, más allá de los consabidos lugares comunes que, por desgracia en este caso, tienen un recorrido bastante corto. Estoy arrancándome a tiras la piel muerta de mi pasado, a pesar de que en algunas zonas se trata de un proceso bastante doloroso. Dasha es lo de menos, el ultimo punto, la gota del vaso colmado, dolió al principio, sí, no voy a negarlo, pero visto con la ventaja que siempre da el tiempo, confieso que fue un daño bastante superficial. Supongo que, intentando ver la parte positiva de todo este asunto, el affaire Dasha me ha permitido hartarme de uno de mis errores favoritos: suplicar ser querido. Tras ella, y no niego que posiblemente de una manera precipitada y, también, obligado por las circunstancias, estoy aprendiendo, por fin, a tenerme algo más de estima. Laura también es otro capítulo que he de cerrar, por fuerza, por necesidad, por lo obvia que resulta su postura, por no ofrecerme más que una mirada mórbida a un pasado que jamás ha de regresar. Aún tengo su numero en whatsapp y aún está entre mis contactos de facebook, pero mucho me temo que si la elimino tanto de un sitio como de otro, no me echará de menos. Bueno, me dio algunos momentos bonitos, eso no puedo negarlo, pero es el momento de pasar pagina al fin. Y mientras escribo esto, tengo el teléfono a mi lado, pensando en limpiar de nuevo la pequeña agenda, no tanto para eliminarlos a ellos como para borrar esa parte de mi mismo que aún los echa de menos. Incluso pienso en cambiar mi numero de teléfono, pero eso es demasiado, sí, es demasiado o por lo menos es innecesario de momento. Dasha y Laura, ellas dos, últimos episodios de mi tristeza por etapas, de mi incapacidad relatada, de mi miedo e inseguridad. Y sueno demasiado inmaduro todavía, dándoles carta de importancia a personas que solo han pasado por mi vida, sin intención alguna de echar raíces, de conocerme mejor o de darme la oportunidad de hacer lo mismo. No tengo que seguir lamentándome. TENGO QUE OLVIDAR. Aunque muchas veces eso resulte imposible, inenarrable, como si el olvido en si mismo no existiera, siendo únicamente un descuido de la memoria, que aún lo guarda todo, sin dejar nada pendiente de anotación. Ahí está todo, dentro, creciendo, muriendo, pero jamás desaparece, quizá después de enterrado el pasado tiene aun muchas vidas o una sola vida pero diferente, por desarrollar. Me intimida el caudal infinito de estos recuerdos que hoy estoy intentando dejar atrás, aun a sabiendas de que se trata de una tarea por definición, imposible, como si intentara abarcar entre mis dedos toda la arena del mundo o intentara ver con mis propios ojos, pequeños, ridículos, escondidos y parciales la inmensidad de un cielo sin nubes. Las heridas deberían de ser puertas hacia otra dimensión, hacia otra manera de entender aquello que nos rodea. Y en ocasiones, como por ejemplo ahora, asediado por la necesidad, por el sabor del fin de este presente tan mío que ha significado toda mi vida, no queda más remedio que atravesar descalzo las brasas de esas heridas que en muchas ocasiones siguen abiertas. Y es tal el dolor que el único remedio posible es esconderse tras el lenguaje: hacer mención a lo que ha pasado únicamente con eufemismos, pintando el dolor con colores más claros, reduciendo la densa niebla a un leve humo. Intentar palpar sin tocar, decir que se sabe, sin dar detalles, eso es una herida, y no existen demasiadas maneras de referirse a ella o por lo menos demasiadas maneras útiles, y si digo todo esto es para alargar lo que seguramente sea el corte más profundo que me han dejado estos años, la certeza más evidente de mi fracaso, de mi parálisis vital: la universidad. Quiero ser completamente sincero, no dejarme nada, decir la verdad de los hechos, sin pretender ser imparcial, ya que siempre y en todo momento, contaré no lo que pasó, sino lo que a MI me pasó. ¿Hasta que punto esto es útil? No lo sé, pero la utilidad deja de ser relevante cuando se llega a ese momento en el que la única alternativa al cambio es la muerte. Y ni siquiera tiene mucho sentido dar los detalles, no, porque lo que me llevo son las experiencias, los momentos, más allá de elementos ciertos que pueda compartir con alguien más: la progresiva eliminación de mi autoestima, el sentir que no estaba haciendo bien mi trabajo y la falta de ayuda para corregir esto pueden ser tres puntos importantes, aunque no los únicos. Se mezclaron muchas cosas también, nunca he sido una persona que socialice con facilidad, de pequeño siempre he jugado solo, aprendí mecanografía usando chats que me obligaban a responder rápido para no paralizar el ritmo de una conversación y por lo general, acostumbro a no promover el contacto con otras personas, cosa que no significa que no lo necesitara, sino que simplemente he sido lo suficientemente tímido como para no tomar nunca el riesgo de intentarlo. Me pasó en el colegio, me pasó en el instituto, en los últimos años de bachillerato, en la universidad y en el primer máster que hice tras terminar la carrera (y en los otros másters que hice después). Lamentablemente, esta manera de ser tan mía que no defiendo ni alabo, sino que simplemente defino fue malinterpretada como una muestra de desidia o de falta de interés en formar parte de un grupo. Entiendo que fuera así, de verdad. Mas de una vez he imaginado como vería mi propio comportamiento si fuera otra persona y no me cuesta reconocer que la empalizar conmigo es una empresa bastante difícil de aceptar. Pero esperaba que las cosas cambiaran, esperaba encontrar personas, maestros, que significaran una influencia decisiva en mi vida, esperaba poder cambiar gracias a ellos, pero posiblemente me equivoqué al albergar un deseo de este tipo. Llegué a un escenario complejo, ya organizado hacia décadas, en el que las costumbres y los asuntos ya tenían su propio ritmo y al que, necesariamente, tenía que adaptarme. No sucedió así. Nunca he sido amigo de charlar con nadie en mis horas de oficina. Ese era uno de los mayores atractivos que encontré cuando estaba valorando empezar mi tesis: era un trabajo solitario, que podía desarrollar sin la ayuda de nadie, no necesitaba socializar ni ser forzosamente simpático ni nada por el estilo. Podía construir mi propio mundo y vivir en el. Nada más. Realmente, no quería nada más. Las cosas en casa empezaron a ponerse difíciles con el diagnostico de mi padre: se estaba muriendo. Necesitaba un transplante de medula ósea. Bueno, no conté nada a nadie, pero los cambios empezaron a notarse: asistía menos a la oficina, y mi rutina empezó a cambiar, a partir de la primera corrección (escribí una especie de resumen de lo que serían los dos primeros capítulos de la tesis en mi primer verano como becario, resumen que jamás, a pesar de lo que pensaran mis directores, jamás pretendí presentar como capítulos terminados) le tomé miedo a presentar cosas nuevas, puede parecer un detalle naíf, pero siempre había hecho bien las cosas, siempre había destacado, y el hecho de que me dijeran, sin paliativos, "esto no sirve" me afectó,subconscientemente, de una manera terrible. Escribía y escribía, pero siempre con el fantasma del fracaso silbando en mi nuca. Hasta que ingresaron a mi padre en Valencia. Tenía un donante, un italiano, y el transplante era inminente. Aun recuerdo el día que nos despedimos. Estuvimos serios, comiendo en una tasca que había a un par de calles del hospital, la despedida seria, silenciosa, no hablábamos del tema, pretendíamos tomárnoslo como adultos, aunque estábamos acojonados, muertos de miedo. El terror estaba allí, frente a nosotros, vestido de un martes normal. Mis padres se quedaron aislados en un cuarto del hospital, protegidos de las bacterias del exterior y mi hermana y yo vivimos solos en casa. Empecé a fumar casi a cualquier hora. Estaba nervioso, triste, tenía miedo y dejé de escribir. No podía hacerlo. No salían las putas palabras. Y también empecé a beber. Todas las tardes iba a un pub y bebía pintas. Al principio trataba de engañarme a mi mismo llevándome un libro, el paraíso perdido de Milton o el desayuno desnudo de Burroughs, pero al final dejaba el libro en casa y solo iba allí, a sentarme en un rincón a beber. Empecé por dos pintas en días alternos y fui aumentando a tres pintas en días alternos y después a tres pintas en días consecutivos y después a cuatro pintas en días consecutivos y después a cinco pintas en días consecutivos y después a beber hasta vomitar al volver a casa. A más alcohol, menos me importaba todo y empezaba a hablar con la gente que veía allí, con las camareras, de las que me hice amigo de las que, pasado todo este tiempo, guardo el mejor recuerdo posible, tanto que a día de hoy, una de ellas, Jara, es una de mis mejores amigas. En un seminario me dijeron "tu estás más gordo" y aunque sonreí, no me hizo gracia, era solo el defecto externo de un dolor mucho más grave que no se veía y que nadie se atrevió a preguntar. Cierto es que al final se me debió notar tanto que tuve que contar que mi padre estaba ingresado. Afortunadamente hubo quienes me preguntaron y es verdad que lo agradecí, pero sin animo de ser injusto, quizá hubiera necesitado algo más, una mano en el hombro mejor que una pregunta, y, no se, aunque objetivamente las personas que me preguntaron seguramente lo hicieron con buena intención y estoy agradecido por ello, su interés no me sirvió para dejar de beber o para dejar de sentirme triste. Mi padre volvió, después de haber estado a punto de morir, transformado en una especie de cadáver que se movía. Todas las semanas iba a Valencia a una revisión y después cada dos y después de una manera más gradual que empeoraba o mejoraba según le iban modificando la medicación. Durante el año siguiente, aparque voluntariamente mi tesis (escribía fragmentos, solo a ratos) para cuidar a mi padre. Conocí cosas de mi mismo y vi e hice cosas en esos meses que jamás me hubiera gustado conocer ni ver ni hacer y las preguntas en la oficina se volvieron más de rutina que nunca. No les culpo. No me molesté lo suficiente en empalizar con ellos durante el primer año como para que sintieran algo más que educación por mi en aquella época. Me invitaron a la cena de fin de máster y yo acepté, como una manera de simplemente dejar de pensar en todo lo que me estaba sucediendo, de dejar de pensar en mi mismo, en mi padre, en el alcohol y en mi aumento de peso y en mi tristeza y en mi soledad y en el fracaso de mi tesis y en todo eso y cuando llegué la primera frase que me dijeron fue "no has venido ningún día al curso ¿y vienes a la cena?" y a mi solo se me ocurrió sonreír y pedir perdón diciendo que si no había ido era porque estaba cuidando a mi padre, cuando en realidad lo que tendría que haber hecho habría sido mandarlos a tomar por el culo, porque si realmente no sabían que no estaba yendo ni a la universidad ni a sus clases (a las cuales ya había asistido el año anterior cuando fui alumno de ese máster) porque estaba ayudando a mi padre a limpiarse el culo o a levantarse de la cama porque no podía caminar, lo único que me demostraban era lo horribles que eran. Sí, ahora, con el tiempo, me arrepiento de no haber sido más radical, de no haberme defendido más en aquellos momentos. Lo mismo que cuando me citaron en un despacho para decirme que alguien se había quejado de mi "higiene personal" y a mi solo se me ocurrió avergonzarme y decir que no entendía como era posible si yo me duchaba todos los días, cuando en realidad tendría que HABERLOS ENVIADO A LA MIERDA por aquellas nimiedades, porque en esas semanas mi padre estaba luchando por vivir y yo estaba solo en mi casa sin amigos con quien hablar, sin nadie en quien apoyarme y suicidándome por etapas en la barra de un bar como para preocuparme de semejantes tonterías, pero claro, "te lo reconozco, con esto se vive muy bien y tu estás en un terreno inestable" fue lo que me dijo uno cuando estaba preguntando si había posibilidad de empezar una beca allí y al parecer no tienen demasiada buena memoria porque de eso no se acuerdan pero si se acuerdan de que elegí el tema mas difícil de su revista para escribir un articulo (Sobre la libertad, de Jan. R. Luckmann o algo así) y claro, yo ya no tenía la autoestima suficiente como para defenderme o tan siquiera quejarme sobre aquello. Solo escuchaba, callaba y al llegar a casa, lloraba. Y así gasté el tercer año, cada vez más olvidado, relegado, infravalorado, cada vez más convencido de que no encontraría a ese MAESTRO que me cambiara la vida, que me inspirara, más seguro de no haber sido seducido por aquella rutina. Era un outsider, un extraño. Y hubo cosas buenas, sí, los viajes a Italia y mi estancia en Escocia, pero visto con perspectiva, Italia sólo me permitió conocer ciertas costumbres no ejemplarizantes en los profesores que tanto había admirado antes y Escocia fue especial por mis amigos, no por la experiencia académica, que no pude empezar hasta que transcurrió un mes y medio de mi llegada, después de muchas quejas y lamentos y que tuve que terminar a duras penas, haciendo trampas para entrar en la biblioteca general de la Universidad para imprimir todos (por suerte no me dejé ninguno) los artículos que tenían allí. Sí, Escocia siempre estará en mi corazón por mis amigos, por haber sido la primera vez en mi vida que me sentía querido y por haber encontrado personas que me echaron de menos y lloraron cuando me fui. En ellos están mis recuerdos, a ellos son a los que echo de menos a diario, aquellos paisajes, mi pequeña habitación en el 23 de Cluny Drive, Sainsbury's, el concierto de Laura Marling, Bonfire night y Love Actually, sí, extraño mucho aquellos meses en los que estuve cerca de mis amigos y lejos de todo lo demás. Pero tuve que regresar, sí, y la rutina pronto volvió a tomar su lugar, de una manera mucho más agresiva que antes. "Ya nos contarás que tal tu experiencia por allí, ya te preguntaremos". Pero nunca preguntasteis, nunca os interesasteis por cómo lo había pasado, ni fui recibido con una especie de cariño, alternándose el "ah, hola" con el "¿te quedas o vuelves?". No me dolía, pero tampoco me ayudaba a recuperar mi confianza. Las reuniones de revisión se hicieron cada vez más odiosas: realmente no me gustaban y solo en una ocasión me dijeron "no está mal, sigue así". En las demás: caos. Incluso una vez lloré delante de mis directores. Me dijeron que me tomara el día libre, pero no se trataba de eso, no, no era eso. Y los compañeros me resultaban insufribles, por lo que decidí empezar a acumular libros en mi mesa y a tratar de escribir mientras escuchaba música, por lo general Steve Reich o Beethoven. Me encerré más que nunca en mi propio mundo, si necesitaba fotocopiar algo, esperaba a ultima hora, cuando todos se iban a comer para poder salir sin el miedo de cruzarme con nadie y tener que sufrir como se me aflautada la voz y respondía aparentando que todo estaba bien y que era feliz. Al volver de Escocia, sin embargo, empecé a tener ataques de ansiedad: había pensado en independizarme al regresar, ya que no quería perder aquel intangible (la independencia, la libertad, el aire fresco) que había ganado en Edimburgo, pero mi padre aun no estaba recuperado, por lo que decidí quedarme en casa. Y las cosas en la universidad eran igual que siempre, tanto que empezaba a asfixiarme aquel ambiente, que no me ofrecía alicientes, no, no estaba cómodo, y una noche tuve la tentación de cortarme las venas con un cuchillo en la cocina, mientras fregaba los platos. Estalle en llanto y mi madre y mi hermana me abrazaban, intentando ayudarme, pero no podían. Decidí ir a una psicóloga que en la primera (y única, nuevamente el niño solitario, que decide hacerlo todo por su cuenta) sesión me dijo que tenía rasgos de síndrome de Asperger. Y ese fue el punto de no retorno: en el tercer año de máster acudí a dos conferencias, tenía pánico de las multitudes: trataba de llegar un poco tarde, cuando todos estaban ya sentados y me marchaba en el turno de preguntas, cuando aun estaban sentados. No quería hablar con nadie, me sentaba en ultima fila con los hombros encogidos apuntando cosas en mi libreta, interesado (cada vez más) en la filosofía. Me enviaron un mensaje, preocupándose por mi, quizá estaba encallado en mi tesis y necesitaba ayuda, no lo sabían bien. Y cometí el error de confiar en una de las profesoras, a la que le conté absolutamente todo, desde mi recién diagnostico de Asperger a mi intento de suicidio, mi fobia social y la situación en casa con la recuperación mas lenta de lo normal de mi padre. Y eso se volvió en mi contra cuando me dijeron que ni siquiera sabían si estaba en España y que claro, como no hablas con nadie no sabemos nada de ti y yo solo pude asentir y molestarme y entonces todo cambió, nadie, absolutamente nadie hablaba conmigo, y cuando entraban al despacho común en el que estábamos todos los becarios ni siquiera abrían la puerta del todo para no tenerme que saludar y yo hacia como que no me daba cuenta, pero me daba cuenta de absolutamente todo y decidí dejar de ir a los seminarios, porque quería únicamente trabajar en mi tesis pero lo único que me decían era que no me iba a dar tiempo a terminarla, que me buscara un plan B, porque no iba a conseguirlo y era como una gota malaya, porque en lugar de encontrar ánimos solo encontraba personas que me pedían que abandonara, que lo dejara, pero no lo dejé, y aunque efectivamente (y aunque me da mucha rabia concederles ese punto) no he terminado todavía, voy a seguir escribiendo. En la ultima reunión lo volvieron a intentar, pero me enfade, por fin, después de cuatro años conseguí verbalizar y no llorar y me dijeron que estaba intentando transferirles la culpa y que en 40 años de experiencia no habían encontrado a nadie como yo y que no sabia escribir y que mi opinión no les importaba y el caso es que conseguí responder, exactamente no recuerdo bien el qué, pero me di cuenta de que aquello había acabado, que en ellos no iba a encontrar el apoyo que necesitaba, que no eran los maestros que imagine al empezar y que el cambio personal llegaría, sí, pero no gracias a ellos. Tengo mucha culpa de lo sucedido, muchísima, ahora lo veo claro, ahora, al comparar mi comportamiento con el del resto de becarios me doy cuenta lo mucho que he torpedeado mi vida académica, que quizá nunca llegue a consumarse o por lo menos nunca llegue a hacerlo por los cauces habituales. Todos aquellos tiralevitas, aquellos verboslentos y demás lameculos hicieron lo correcto, no alzaron la voz y dejaron bien claro que las únicas ideas valiosas eran las que recibían de sus maestros. Felicidades. Lo habéis conseguido. Y ahora, cuando ya estoy fuera, prácticamente deshauciado y cuando la versión oficial dirá que solo fui un tipo que se aprovechó de una beca sin hacer nada más, ahora que nadie espera nada de mi, es cuando soy capaz de sonreír otra vez. Ahora veo los caminos más claros y ahora se que la filosofía me gusta demasiado como para vivir de ella, que jamás seré un funcionario y que siempre pondré en juego todo lo conseguido, porque en esos nuevos terrenos, en los nuevos estudiantes está el futuro de un proyecto más grande que una vida. Hablo con palabras grandilocuentes, lo se, pero me parecen las únicas posibles, las únicas que pueden hacer justicia a mis sentimientos. La herida sigue abierta y aun duele al recordarla, pero a la vez, es el motor del futuro, ya que me ha permitido poner una linea de cal a ese lugar (físico y emocional) al que jamás volveré. Underdog, don't look back.

martes, 11 de agosto de 2015

Blue

Escucho el Idiot de Iggy Pop y de repente me parece que suicidarse tampoco estaría tan mal. Cada vez mi vida está más vacía y cada vez me cuesta más encontrarle un sentido a mi existencia, como si todo lo que hubiese hecho estos años atrás no me hubiera servido para absolutamente nada: no me quedan capacidades que pueda usar para "ganarme la vida", no tengo habilidades que llamen la atención y nadie me quiere. Algo va mal cuando mi mayor logro reciente es no haber visto porno ni haber usado un chat en un día, aunque ni siquiera eso es suficiente, ya que por la noche volví a tener uno de esos sueños recurrentes en los que alguien me quería, y, sí, lo sé, siempre me refiero a lo mismo, pero, entiéndeme, lo hago con la intención o la ilusión o la esperanza de que el final cambie, de que el discurso ofrezca una vía nueva, un camino diferente, pero de momento no lo hace, así que sigo buscando, soñando con ella, que ayer era morena y más alta que yo, y a pesar de no haber recurrido a la pornografía durante el día, el sueño empezaba siendo bastante explícito y en cierta manera desagradable, con una grave desproporción entre nuestros cuerpos, el sudor y el desnudo, había un aura de crueldad en todo aquello, en esa manera que tenía de usarla, de romperla, de matarla, y ella tenía parte de su cuerpo quemado, pero era un detalle accesorio, irrelevante y entonces de repente, quería escapar, estaba en una especie de país extranjero, una dimensión incomprensible, una geografía oculta que en sus silencios y en sus rincones se me presentaba bastante amenazadora, tenía miedo de aquella soledad pero entonces regresaba ella, perdonándome y entonces me decía por donde huir, me enseñaba los caminos, las calles y no me dejaba solo, corría conmigo, bajaba escaleras conmigo y rompía puertas conmigo entonces otra vez sin avisar, aparecía gente a lo lejos, gente conocida, pero que no conozco en realidad, solo en aquel sueño y se reían de mi y de ella, debíamos parecerles payasos tristes que solo ansían hacer reír a alguien sin importar el precio, y sus risas eran alfileres que me dolían mucho, aunque por fuera pareciera sonreír y cuando parecía que iba a morir allí mismo, ella me besaba con intensidad, con fuerza, como si quisiera darme aire, como si todo aquello solo fuera una simple operación médica, sin ningún tipo de sentimientos y yo jugaba a que me ahogaba y movía mis brazos de una manera pretendidamente cómica solo para hacerle gracia a los mirones, pero pronto me daba cuenta de que aquello no era una broma y de que de verdad ella quería matarme, quería ahogarme mientras me besaba y no podía quitármela de encima y justo cuando estaba a punto de morir me soltaba y me abrazaba y veía en ella unos ojos enamorados y entonces me he despertado y he pensado que soy un maldito idiota por reconstruir de esta manera mis carencias, de una manera tan erróneamente católica, con este momento de perversión inicial (el porno, la crucifixión) que deriva en éxtasis (el amor de aquella mater dolorosa del sueño, la felicidad de los cristianos), estoy avergonzado, humillado por haber rendido mis ultimas esperanzas a ilusiones sin sentido. Y estaba tan terriblemente solo y tan aterradoramente aburrido que le escribí de nuevo a Laura, intentando parecer alegre, desapegado, simplemente feliz aunque no podía evitar mostrar mi desesperación y mi necesidad de que alguien me prestase algo de atención. Y le pregunto si ha sonreído hoy, que espero que si, y sin yo esperarlo, me responde "heey, siento no haberte contestado, lo siento" y aunque eso no significa en sí mismo nada, a mi me vale, ella sigue existiendo y entonces le digo que quizá por whatsapp sea mas cómodo, y le escribo que aunque no hablemos a menudo (un eufemismo), sigo estando ahí, que sus mensajes son una especie de regalo para mi y que me gustaría saber como le está yendo su vida en Barcelona, pero a esos últimos mensajes ya no me responde y, efectivamente, siento el peso de la irrelevancia caer nuevamente sobre mis hombros y puede que ese eses el secreto de todo, la llave o por lo menos, en el peor de los casos, una pista que me ponga en el camino correcto otra vez: he sido irrelevante, y aunque el día anterior le escribí a Sophia y me alegré al tener una respuesta suya el mismo día, al final el sabor es agrio, porque siempre soy yo el que busca, siempre soy el necesitante, el impedido, el que ruega cariño, el que cada vez disimula peor su propia enfermedad. No, no estoy enfermo, sólo estoy triste pero empiezo a asustarme, porque se trata de una insatisfacción radical, ya no tengo esos altibajos que tenía años atrás, ya no hay montañas rusas emocionales ni grandes estallidos de ansiedad en los que mi brazo derecho se quedaba muy rígido y no podía hablar y no dejaba de llorar y mis padres se preocupaban y todo parecía miserable a mi alrededor, no, ya no hay nada de eso, y es peor, porque es un descenso tranquilo, sin alteraciones, está escondido, pero es constante, definitivo, no inminente, pero inevitable y eso me asusta, porque es una especie de profecía que se cumple, hay algo edípico en mi conducta y a veces me pregunto si no habré causado yo mismo todo este desastre (los fracasos amorosos, el colapso en mi vida académica, las derrotas infinitas de mis vicios) para provocar precisamente este estado de animo y sí, a más información, menos culpables, a mayor claridad y no, no estoy preparado para acabar con todo esto, no estoy preparado para cortarme las venas, no quiero, y me da miedo acabar así, sin una segunda oportunidad, sin una razón que me haga pensar que estaba equivocado en todo esto, que puedo esperar algo mejor de la vida, pero no puedo evitar esta pulsión y me enfado, me odio por esta debilidad mórbida, parece que disfruto siendo triste y es una mierda, sí, una puta mierda e intento buscar salientes en la montaña para evitar caerme y le escribo a Kareena, una chica rusa que vive en Nueva York para tener alguna novedad en mi correo, porque mis sueños están empezando a no ser suficientes, no soy capaz de abstraerme de lo que me está pasando, que es que no me está pasando nada y que hace semanas que no rio o que por lo menos no lo hago con sinceridad, quizá viendo un programa de televisión, pero entonces me doy cuenta de que esa es solo una señal más de mi muerte por fascículos, de que estoy perdiendo el sentido de la realidad y de que estoy dejando de tener el control sobre mi vida y es cuando me doy cuenta del miedo que da la letra de esas canciones que solo me gustaban de joven por la melodía how it feels to live your life/ with no meaning or control/ and nowhere left to go porque efectivamente, no tengo donde ir, no hay nadie que pueda refugiarme, que pueda cuidarme, no existe cura para esto y ni siquiera me vale esperar, ahora que, más que nunca, el futuro se convierte poco a poco en una cuenta atrás. Ya no me quedan motivos reales, y lo único que me separa de la despedida es mi capacidad para construir simulacros lo suficientemente estables como para que no necesite mirar de frente a la realidad, necesito creerme mis mentiras, y eso va a ser díficil, ya que nunca he sido capaz de extrañarme del mundo, siempre tan consciente, siempre tan atento, no, no se si puedo conseguirlo, pero es la única opción: mentira o muerte. Me da miedo en qué puedo convertirme.

sábado, 8 de agosto de 2015

Metropolis

Una carta pequeña. Casi la había olvidado. Era de Rachel, de hace unos cuatro años. "Querido Isi, Hola. ¿Qué tal? Voy a estar directa. Quiero verte mas que una vez cada cinco o siete días. Sin embargo, no quiero distraerte de tu trabajo. Entonces: aquí tengo la solución, si compartes mi sentimiento. Sino, no hay problema y continuas tu vida como si esta carta nunca existió (eso es mi linea dramática de la carta). El miércoles me quedaré en la universidad después de mis clases porque prefiero estudiar allí. Si quieres, cuanto de vayas de tu segunda casa, me puedes enviar un SMS y te quedaré en la parada de autobús. He incluido quince centésimos por el mensaje. Así, bajamos a Alicante mientras lo pasamos bien, hasta llegar en Alicante donde nos separamos. No se si necesito subjuntivo en esa frase pero fuck it. Espero que te guste mi plan. Creo que es una "gana-gana"/"win-win". Un beso muy grande y que tengas un buen dia. Raquelita". La he encontrado mientras recogía por última vez mi mesa en el departamento de filosofía: sólo esperaba recoger los libros de la mesa, grabar algún tutorial de piano y largarme de allí lo más rápido posible, con el paso del tiempo aquel lugar ha pasado de ser el reflejo de mis sueños, de un futuro brillante y feliz, a ser una autentica pesadilla donde he perdido mi autoestima, gran parte de mis ilusiones y mi inocencia. No recordaba la carta, pero sí el día en el que la recibí: sí que le envié el mensaje y sí que bajamos juntos a Alicante. Creo que acabamos en su cuarto, besándonos y escuchando a Belle & Sebastian. Ella insistía en ponérmelos y ponerme la letra para que practicara mi ingles. No me ha gustado recordar ese detalle, esa primera carta de amor que ha sido también la última que he recibido en mi vida. Al leer esas palabras tan inocentes, la tristeza más radical me ha invadido de nuevo, ni siquiera se como expresarlo, no tanto por el hecho de ser un recuerdo de una ex, o algo así sino por recordarme mis propias limitaciones, de nuevo todo vuelve a girar sobre mi mismo, como si yo fuera alguien importante…no, no lo soy, y precisamente por eso, por darme cuenta de que en una ocasión lo fui para alguien hace que la herida duela mucho más que antes, ya no puedo mirar a otro lado, últimamente todo son recuerdos sobre el pasado, diferentes, la mayoría irrelevantes, ridículos, pero sean como sean tienen una cosa en común: me duelen. Esto está roto, estoy escribiendo intentando no mirar, dejar constancia sin entrar a fondo en los detalles, pero sin eso estas palabras son solo fuegos de artificio, caprichos, juegos, tengo que coger el cuchillo y abrirme, sacarlo todo, dejar las tripas caer al suelo, mirando al frente, a ese rostro que envejece poco a poco. Y he sido tan idiota de ponerme a buscar a Rachel por facebook, por twitter, por instagram para decirle simplemente "hola", pero no la he encontrado, quizá me borró hace años. Y me siento derrotado por mi propia derrota, al ser incapaz de permanecer en silencio, mendigando atención, escribiéndome con la ultima chica con la que contacté en aquella página de idiomas para aprender ruso, Kate, Katia (no "Katja", como Katja Kassin, la reina anal del porno alemán, o algo así), Ekaterina, pero no sirve de nada, porque no es Laura, no es Dasha, no es nadie que haya conocido y la propia ilusión de la distancia lo convierte en una experiencia que aumenta mi soledad, incluso Sara tampoco me sirve, no no, porque aunque hablemos mucho y parezca que nos entendemos ella vive en Uppsala y yo solo hago que soñar, soñar con que alguien me abraza, pensar que esto acabará de una vez y que con el tiempo, apenas lo recordaré como un sueño de sudor frío como esos que se tienen con la fiebre. Pero es real, está aquí, y puedo sentirlo en la piel, en mi mirada cristalina, como a punto de llorar. Y como un idiota busco estímulos por todas partes, escribiendo en un chat a la vez que intento escribir aquí, revisando whatsapp, enviando mensajes lastimeros a Laura por facebook (Hi little L.!!! :) how are you? :) I can't express how great would be to talk with you again ^^) sabiendo que nunca me contestará. Busco en las personas bloqueadas, pero no logro echar a nadie de menos, o, mejor dicho, no creo que de esas personas nadie se alegre de saber de mi, por no hablar de las excusas que tendría que pensar para cubrir de razonabilidad ese hiato del bloqueo, esas mentiras blandas, liquidas, y la sensación predominante es la del hámster que corre en la rueda pero no va a ningún lugar, es la realidad, la carta de Rachel y todos los fracasos posteriores y la hoja de asistencia de aquella clase del curso 2013-2014, con aquellas malditas firmas, y los recuerdos adheridos, el virus de la memoria, y la falta de sentido y aquel ambiente incomodo en el que ya hay demasiados restos de mi pasado, no me gusta ni mi mesa, ni la sala ni los escasos dos pasos de distancia hasta la otra sala en la que está la fotocopiadora y veo que la puerta está abierta y que hay una bici y por un momento tengo miedo de encontrarme con alguna de esas caras, porque no se que decir, porque no me veo capaz de poder expresar mi dolor de una manera real, tengo miedo de que se me aflaute la voz y de parecer de nuevo un idiota y me acuerdo de aquella reunión en el despacho de una profesora en la que me dijo que yo tenia que presentar la siguiente reunión de aquel seminario interdisciplinar porque no había participado lo suficiente, porque no hablaba, porque mi silencio se hacia demasiado notable en la sala y aunque no tenga nada que ver años después me enteré de que su marido o pareja o novio o lo que fuese era uno de los profesores de mi departamento que la engañaba con todas las mujeres que podía o por lo menos eso fue lo que me dijo a mi y a otro profesor en un viaje, cuando estaban borrachos y cuando la verdad era demasiado pesada como para llevarla dentro del estomago y era de los que en mitad de la sala de recepción, antes del comienzo de las conferencias susurraba "le partiría el culo a esa tía" y cosas por el estilo y a mi me parecía asqueroso, porque el porno es solo una alienación, algo que no pertenece a lo habitual, pero no como una herramienta diaria, pero él lo decía, lo usaba, y decía que era un gran seductor, que el secreto era tener paciencia y que si aguantabas con la misma chica hasta ultima hora posiblemente te la podrías llevar a la cama y ese era el nivel de la conversación de los profesores en aquella noche y el otro también se fijaba en las azafatas del avión y nos contó como conoció a su mujer que fue alumna suya en sus primeros años de profesor y yo escuchaba medio aterrado medio avergonzado aquella historia de incesto académico, pero yo era un idiota y, claro, no hablaba mucho, con razón la profesora me llamó la atención, pero claro, estas dos historias no tienen nada que ver y quizá el problema lo tenga yo, quizá no he hecho lo debido y no he sonreído a los popes de la academia y no les he dicho lo suficiente lo inteligentes que son, aunque posiblemente mi opinión, como me dijeron mis directores en la ultima reunión que tuvimos, les da igual, yo, ser irrelevante, hombre sin atributos, invisible, fracasado, no tengo nada que hacer, no puedo cambiar nada porque los mansos heredaran la tierra como esos que me encontré en la Fnac, comprando libros que yo ya había leído y sonriendo como si se alegraran de verme, los muy capullos, cuando en realidad hablaran de mi tan pronto nos despidamos, porque eso es lo que hacen, sí, la gente como ellos hace esas cosas, lo he comprobado, lo he visto, lo he sufrido y me dicen que la generación beat de Ginsberg y Kerouac (y Corso y Burroughs y todas aquellas mentes perdidas, Neal Cassady…) era de los 80, inmediatamente posterior a la puta generación X y pienso que aunque son decididamente ignorantes, el verdadero idiota he sido yo, que tengo el viento en contra y me he vuelto loco y triste y solitario y temeroso y silencioso y todas esas cosas contrarias a lo debido pero me da igual, me da igual, me da igual, no puedo mirar atrás y si Ines y Rachel y Laura y Dasha y Mariona y Merce y Gemma y Cristina y Hannah (poco) y Carina (poco) y todas las demás han conseguido infiltrarme una tristeza radical que me perseguirá hasta que me muera o hasta que me mate, Manuel, Josep, Victoria, Miguel, Ilsse, Jorge Y TODOS LOS DEMÁS me han contagiado un enfado nuclear, vital, que necesita salir, tantos años, tantas palabras silenciadas, las lagrimas, las derrotas, la desconexión, la deconstrucción de mi personalidad, de mi confianza, de mi capacidad…solo maldigo no acordarme de todos los nombres, de todas las frases que me dijeron y no miento, no, al decir que también hubo momentos buenos en los que, aunque no llegué a sentirme integrado, me hicieron sentir que avanzaba. Pero después vino todo lo demás, los comentarios, las habladurías, las ausencias, llegó el daño, el daño y eso lo supera todo. Ya he recogido mi mesa, no quedan libros, y lo único que quedará de mi después de que me marche será el relato que esas personas que quiero olvidar hagan de mi: soy casi consciente de que mi imagen no será precisamente positiva, pero me da igual. A estas alturas, todo empieza a parecerme indiferente, ajeno, esta vida no es la mía, pero la mentira no acaba, no acaba y se repite, volviéndose una verdad insoportable.

jueves, 6 de agosto de 2015

Damien Hirst.

A punto de terminar de correr, impulsado por videoclips de música electrónica moderna y de Morrissey, la he visto entrar. Una chica mucho más guapa que las otras dos que se graban mientras entrenan. Y con mejor culo. Sí, lo reconozco, eso es lo que me llamó la atención la primera vez y lo que siempre me obliga a lanzar miradas furtivas a sus ejercicios de gluteos. No hace otra cosa, sólo glúteos, en máquina o tumbada en el suelo. Obviamente no me ha prestado atención y yo pretendo actuar de la misma manera. Bebo agua. Frunzo el ceño y me pongo a entrenar como si no existiera. Parece una chica rusa. Otra vez. Rubia y delgada, me pregunto si también será divertida. No me interesa si es inteligente o no, la razón nunca me ha proporcionado felicidad, nunca me ha liberado por un momento de la carga de ser quien soy, ni me ha pagado las facturas. Entender lo que me pasa no es gran cosa.Beauty is truth, truth beauty,that is all ye know on earth, and all ye need to know., como si eso me sirviera para añadir un nuevo enigma, buscar la belleza, cuando quizá ya no existe, cuando posiblemente me esté refiriendo a un concepto obsoleto, su coleta rubia se mueve al ritmo de la bicicleta elíptica, puede que tenga los ojos azules, no lo sé, y mi propia actuación es insatisfactoria, dandole demasiada importancia a ese momento, dramatizando los pasos en su dirección para preguntarle cualquier cosa con tal de saber que tono tiene su voz, son las dos y media de la tarde, y el gimnasio está casi vacío, hay cuatro viejos pero poco más y yo intento dejar de pensar en otras personas y pensar sólo en mi, en gustarme a mi, en quererme algo más, sin caer en el narcisismo del espejo, no, tengo que ir más allá, más lejos, conseguir algo que dure más que cualquier elemento empírico. Pienso en todo esto, en esta especie de sacrificio frustrado, en la rendición cobarde, en la ausencia trapera para no pensar que me faltan huevos y quizá me sobra demasiada tristeza como para decirle "hola" a esa chica. Intento otra vez dejar de pensar, pero no puedo: procrastinador, overthinker, silencios dedicados, firmados para mi disfrute en exclusiva. Entonces escucho una risa a lo lejos. Es ella. Alguien está hablándole, y sonríe, y se gira para mirar a ese chico. Llega otro y aunque intento agudizar el oído (lapsus, los dedos se han trabado y he estado a punto de escribir O-D-I-O) no entiendo lo que dicen. Cargo la barra con más peso. Y mientras miro al techo empiezo a darme asco, a lamentarme por mi propia debilidad, por esperar…por esperar ¿qué exactamente? ¿conocer a una chica y sentirme adolescente de nuevo? no, no es eso, si digo la verdad, no se muy bien que esperaba, era un deseo amorfo, la simple idea del deseo me mantenía curioso, pero de nuevo la realidad insiste en hacerme ver que es lo que está pasando. Los chavales no parecen muy mayores, es más, tienen pinta de críos, unos 18 años o quizá menos, sí, posiblemente menos, unos 16. Me imagino que si ella los conoce seguramente sea porque también tiene esa edad: a veces se me olvida que ya tengo 29 años, sí no son demasiados, pero aun sigo preguntándome donde han quedado todas esas costumbres de universitario iniciático, las ilusiones por cambiar el mundo, las pequeñas locuras, los inconformismos, soy una bomba de relojería, eso debería de formar parte de mi pasado, pero no como lo hace ahora, como un quiste, como una herida, como una amputación, no, no, tendría que ser un lugar en el que encontrar algo de paz, un destino, unas coordenadas sentimentales a las que poder regresar, pero no, aquí estoy, sin ser consciente del tiempo que ha pasado y asustándome de lo rápido que pasa todo a partir de ahora, de la velocidad de las despedidas, de las conversaciones cada vez mas irrelevantes, me da miedo todo eso, y esa rubia era una especie de espejismo, mientras pienso en ella no pienso en todo lo demás, pero pensar en ella me hace demasiado consciente de la mentira, ella es la excusa, la trampa, la cortina y lo que que se halla detrás no está escondido, solo, en ocasiones, simplemente obviado o aceptado a medias y me alivio viendo que hablan alemán, es un consuelo idiota, sí, bastante, pienso que por lo menos si ha hablado con ellos ha sido solo por la facilidad del idioma o porque ya los conocía del instituto o quizá han venido juntos de vacaciones o viven en la misma zona residencial o en el mismo piso o en la misma puta playa o dondequieraquevivanlosalemanesquevienendevacacionesaalicante y todas esas cosas y la verdad es que me sirven de alivio, pero no demasiado, la naturaleza no desaparece al quitarle los ojos de encima y me enfado conmigo mismo por buscar estos alivios, estas sinrazones a fin de salvar no se bien que parcela de mi mismo. Quizá me da miedo descubrir que esa chica sin nombre para mi es capaz de sentirse atraída por otra persona o que si no intenta hablar conmigo no es porque no me haya visto, sino porque me ha visto y le resulto indiferente y a la vez me da miedo también tenerme que esconder en estos subterfugios tan infantiles, tan pueriles, tan burdos. Yo no lo he conseguido, pero por lo menos los demás tampoco, cínico, mentiroso, rastrero, aprendiz de rata, rata muerta, todo eso soy yo, y no soy lo suficiente original como para llamarme más cosas, no existe, ya no, sus sonrisas no son para mi y afortunadamente los chicos no parecen muy interesados en hablar mas con ella, quizá solo la conocen de vista y poco mas, quizá detrás de ese culo tajmajaliano solo hay una chica sosa y aburrida, quien sabe, a fin de cuentas puede que no sea inteligente en absoluto y que entrenar su retaguardia sea su única y ultima preocupación en la vida, pero aunque solo fuera así, aunque solo fuese un trozo atractivo de carne, me hubiera gustado que ella me fuese la diferencia, que rompiera el equilibrio entre expectativa irreal y realidad frustrante, que me diera algo diferente, todo en términos mercantiles, intercambio, dar, recibir, te quiero por tu precio no por tu valor, y todas esas cosas que alguien podría decir de intentar ligar en un sitio intelectual, como aquella sala en la que recitaban poesía y en la que yo también recité algunas cosas y a la que decidí no volver jamás porque estaba llena de pedantes y gente insufrible que pretendía saber más que yo o que se las daba de haber encontrado las verdades nucleares de la vida, aunque si dejé de ir fue por el dueño, un viejo que se las daba de Whitman o de Ginsberg para poder manosear a las chicas que iban allí con la excusa de estar interpretando una obrilla de teatro o alguna representación cutre, como hizo con aquella italiana que me gustaba, Rebecca, y entonces lo ví claro: eso no me gustaba, posiblemente por una malformación del orgullo, por no ser el destinatario de aquellas caricias, por ser únicamente un espectador de la belleza y no poder participar en ella, como decidí no hacer nunca más por lo menos en ese local que al parecer fue en tiempos un cuadrilátero de boxeo, o así lo presentaban ellos o el o los que fueran los encargados de aquel maldito rincón perdido al lado de un museo por una callejuela mal iluminada y con charcos cerca de los contenedores en los que los gatos bebían agua antes de desaparecer debajo de cualquier coche mal aparcado, el arte como lucha, la verdad como combate, y el sudor como verbo divino, no, no me gustaba esa gente, no me gustaban esos abogados metidos a poetas, no me gustaba su dualidad, la burguesía de sus actos, esa manera de intentar acaparar lo mejor de los dos mundos, su falta de responsabilidad, sus cervezas baratas y sus mesas de madera con las patas cojas, no me gustaba esa gente y por eso dejé de ir allí, para evitar dar demasiadas explicaciones sobre las cosas que hago y para dejar de ver a aquel tipo que me enseño el local por primera vez, que se quería ligar a no se cual de las tres italianas, Rebecca, Lucia y otra que no era muy dada a aquel ambiente de pretensiones artísticas y que con el tiempo resultó ser un habitual universitario, un perenne, un estudiante de por vida, pero en el mal sentido y posiblemente digo todo esto porque no lo conocí del todo, porque no me molesté en saber sus porqués, sus razones, sus canciones y sus miedos y que demonios, el tipo era un gilipollas y punto, no hay perdida, de nuevo el termino mercantil, no quedan deudas pendientes en aquella cuenta, y a mi lado se ponen a entrenar estiramientos, con un tipo que solo repite "¿ya?" cuando el monitor les explica un ejercicio nuevo y "hemos terminado ya, ¿verdad?" y así en los malditos diez malditos minutos que dura la rutina y entre esa maraña de piernas torcidas, en esos escorzos de principiantes, vestidos con grititos de "ay" o "uf" allí está ella de nuevo, estirando sus piernas, y le sonríe al otro chico, al segundo, y puedo ver trozos de esa sonrisa como cristales rotos, como una superstición que se cumple por mera repetición, pero no es para mi, no, y sigo entrenando evitando tener miedo, miedo a que después de Dasha ya no haya nada más, a que no se produzca ninguna novedad, a que mi deseo no tenga donde tomar sentido. Sí. Me da miedo la soledad, que ahora parece como algo mas factible que nunca, como un futuro cierto no solo como un temor a no encontrar a nadie y todos los alivios que trato de encontrar, todas esas reestructuraciones mentales dirigidas a expulsar de mi al mundo solo consiguen socavar mi propia fortaleza, que ya de por sí es bastante débil. Después de Dasha no habrá nadie más, si sale bien fantástico y si sale mal no pienso gastar mas fuerzas en una derrota segura, era una de las opciones, no hay que dramatizar, no, no lo hagas, no vuelvas a dar pena, es un abismo sin fondo. Incluso el suicida del puente espera caer al suelo, pero la eterna caída es un castigo demasiado cruel. El fin de mi historia: el terror de que el silencio se convierta en habitual, de que la única certeza que tenga sea la de que nadie me llamará por sorpresa, o que nadie me escriba. De momento esta semana estoy probando no escribir a nadie, no dar, por una vez, el horrible primer paso, y de momento los resultados eran los previsibles. El amor no ha muerto, el amor es la misma muerte con otra mascara diferente, otra manera de llegar a nuestra alma para robarla, para romperla, para hacer que los huesos sean más fáciles de partir, la piel mas suave de arrancar y el verbo más difícil de silenciar. Ella seguía con sus ejercicios, en alguna parte. Yo me he marchado al spa.

miércoles, 5 de agosto de 2015

No traffic lights

Ayer volví a acostarme tarde, cerca de las 3 de la mañana, ojos de búho, la camiseta empapada de sudor, al calor asfixiante de la noche y de las propias frustraciones, de esa cascada de palabras ficticias que buscan un placer efímero, todas esas piruetas necesarias para no pensar en que simplemente estoy escribiéndome con una persona que no conozco, que ni siquiera se si es una chica o no, a pesar de su nombre, hablando únicamente sobre un sexo insatisfactorio, y el pelo empapado y seguramente mañana me arrepienta de esta manera de perder el tiempo, y de contarlo ahora como algo nuevo, cuando en realidad no hablo de otra cosa, los mismos errores, las mismas impaciencias, el tiempo difuso que parece no acabar nunca. En seguida se me ocurre que podría usar esas frases, esos pliegos y vuelcos del lenguaje, esa manera de intentar convertir las palabras en algo físico en otra cosa de provecho, y me acuerdo de todas aquellas historias que siempre he querido escribir y pienso que quizá no necesito la ficción, quizá lo único que necesito es tener el valor de reconocer y ponerle nombre a mis propios fracasos, simplemente como una manera de decir "aún vivo" aunque sin insistir, ya que en el fondo se trata de un triunfo pequeño, una victoria escasa que apenas me sirve para dejar de pensar aunque sea en un momento en esa sensación desagradable que me invade estos días, la de que nadie me ha echado de menos, la de que nadie sueña con volverme a ver algún día, o quizá soy una mónada de Leibniz y aunque reflejo todo el mundo en mis experiencias, soy incapaz de ver más allá de mi propia realidad. Posiblemente tendría que ser o mejor dicho, haber sido más cuidadoso y más atento con las personas que me encontré en el pasado, haber intentado construir una amistad, pero incluso en eso he tenido miedo. Ya no encuentro en ningún lugar, en ninguna situación esos pequeños nervios al empezar una conversación, esos "contestará a mis mensajes?" "se conectará?". Recuerdo cuando lloraba en el sofá de casa, escuchando el Blood on the tracks de Dylan, pensando en que me había enamorado de Inés. Lloraba porque me gustaba mucho y quizá, aunque nunca lo dijera, porque posiblemente, en mi interior sabía que sería solo otro amor platónico más. Todos mis errores han nacido no de la soberbia ni del orgullo, sino del miedo: el miedo a querer , a perder, a ser abandonado, a que mis sentimientos cambiaran con el paso del tiempo, acostumbrándose a los rasgos que me habían fascinado en un principio. En aquellos años no tenía complejos físicos, la fase del alcohol en barras solitarias llegaría años después, no, en esos años era libre, aunque no lo supiera, acaso las nubes cambian, pero la tormenta es la misma. Quería escribir poesía, y la escribía, y trataba de leerla a la menor oportunidad, aunque fuesen malas, aunque no me escuchasen, aunque no me entendieran, me daba igual, me gustaba y lo hacía únicamente por placer, pero en algún momento, desconozco cual, todo aquello empezó a desviarse, perdí el control sin enterarme y la tristeza fue creciendo, aquellos pantalones ya no me cerraban ("estas creciendo, es normal" me decía mi madre) y acababa aquellos años universitarios con un sabor agridulce: seguramente aquella ceremonia final en la que me dieron el titulo provisional fue mas emocionante para mis padres y mi hermana que para mi. Aquella sensación de continuidad, de movimiento, todo aquello era lo normal, no era nada extraordinario, las personas que dejé atrás no suponían nada especial para mi. Ocho años después vuelvo en ocasiones a aquellos años, buscando alguna lección, revisando el camino, quizá me dejé algo, quizá pasé por alto ciertos detalles, pero soy incapaz de verlo, es un relato en blanco y negro, una historia unidimensional, sin mucho que ofrecerme a estas alturas, no, no echo de menos a nadie ¿a quien podría? si destacara algo o alguien sería dramatizar demasiado lo que fueron unos años normales, comunes, invisibles, en los que hice lo que se suponía que tenia que hacer, sin más preocupaciones: no, no siento haber dejado algo a medias, pero no puedo evitar volver a aquellos años, buscando el inicio de mi situación actual, hay una pista que se me escapa en algún lugar, en esos años o en los inmediatamente posteriores, qué personas, qué hechos me cambiaron, antes de los impulsos suicidas, antes de las pastillas, antes del intento alcohólico, de la enfermedad de mi padre y de la adicción al porno, antes de todo eso…¿que había? Lo fácil sería decir que las personas cambian simplemente o que quizá esta tristeza sea crónica y que no depende de nada, sino que siempre estará ahí, bueno, puede ser una opción, es cierto, pero no me interesa, es demasiado fácil, demasiado simple, no explica las cosas, no aclara ningún sentido, no facilita una comprensión mejor de lo que me rodea, y es por eso por lo que me obsesiono con los detalles, es ahí donde mi identidad se disolvió, donde la muerte me llegó por primera vez o donde empece a morir poco a poco. Ningún amor ha sido definitivo y no he sufrido un fracaso decisivo, soy esclavo de unos deseos frustrados, las cadenas de mi propia incomprensión, si estoy condenado por algo, posiblemente lo esté a no satisfacer jamás mis necesidades, después de ver a todos esos cuerpos contorsionados, contusionados, rotos en cierta manera, sometidos a un deseo lejano, la desnudez, el sudor (nuevamente, punto de control), los besos y los fluidos, aquellos olores que en cierta manera me imaginé, después de todo eso, como el motor que sigue girando pero no hace avanzar, no anhelo el amor físico, no, no es eso, esa es otra mentira, esas pequeñas derrotas postorgásmicas, ese miedo y el no saber que hacer, eso es verdad, no se como actuar, no se el segundo paso, desconozco como "se supone que" deben ser las cosas, que esperar de los demás y como conocer lo que los demás esperan de mi, y tampoco quiero el amor del corazón, no quiero confianzas, no, ya no, no quiero contar con nadie ni someterme ni esperar salvaciones, ni que nadie me complete. Si vivo con abismos o no es algo que quedará pendiente de respuesta, quedándome quizá como ultima opción, el sacrificio, el eterno proceso de entender mis propios errores, de tenerme como un ser que cae, que se rinde, que llora que maldice, que insulta y que peca, y a pesar de todo eso continuar adelante, saber que no soy ningún ejemplo, que todo lo demás son simplemente ilusiones que aparecen frente al espejo y que al salir de casa retroceden hasta esconderse de nuevo en un rincón de la memoria, esperando a salir cuando menos me lo espere porque, en cierta manera, todo este proceso no es sino una lucha conmigo mismo, no tiene nada de valioso, pero sí de necesario, porque quizá ahora, ahora, siento la verdadera necesidad de explicarlo todo, de contarlo, de dar cuenta de hasta lo mas pequeño, como si pudiese prever una gran caída, el cataclismo final, el descenso a esos infiernos a los que me he asomado con miedo estos años atrás, sí, tengo miedo de que todo eso se haga realidad, de que después de todo, lo único que quede sean las cenizas de una juventud desaprovechada y de una madurez incompleta, frustrada por necesidades innumerables, el incesto vital que se sucede a diario: nada ajeno a mi puede servirme, los nuevos materiales, cocci, son aquellas viejas piezas rotas, los recuerdos olvidados, los sufrimientos, los dolores, las frustraciones, esos son el punto de partida, no construir sino transformar, y de ahí que me falte el aire en ocasiones, la necesidad cada vez mayor de darme sentido, de tener por lo menos un asidero en el que sostenerme, que me de la oportunidad de poder cerrar los ojos al mundo y dormir, simplemente eso, dormir, dejando esas conversaciones nocturnas como un relato pendiente que no necesite ser continuado de inmediato, crear la excepción a mi propia vida, la posibilidad de dejar de ser, de existir sin morir, ni siquiera ser otro, sino simplemente ser invisible, suspender el tiempo, paralizar los miedos y esperar, simplemente esperar, sin expectativas sin iniciativas, solo la ausencia de movimiento, no-motricidad. Stop. Es una manera un poco rara de dar salida a mi frustración, pero creo que después de tres días, el dolor de corazón parece remitir, despacio, sin mirarlo fijamente, como si tratásemos de olvidarnos mutuamente, obviando nuestras respectivas posiciones de emisor-receptor. Ya ni siquiera busco a nadie en facebook, ni en twitter, ya no busco nuevas caras ni nuevos verbos en paginas de idiomas o en otro tipo de lugares, imaginando, soñando en cuanto tiempo podré autocontener estos impulsos negacionistas, este dar la espalda a lo cotidiano, sin tener siquiera construida una alternativa, esa que por falta de tiempo, de talento, de energías y de locura aun no he sido capaz de construir. Significaría mucho para mi poder enfadarme algo mejor, más productivamente, lo suficiente como para poder cambiarme a mi mismo, pero me temo que sólo podré quejarme, cayendo siempre en mis propias trampas y pensando que quizá habría vivido mejor si hubiese sido un poco más idiota. Pedante, como siempre. CÁLLATE.

martes, 4 de agosto de 2015

Given.

Lo interesante de los sueños es la manera que tienen de ofrecernos otras posibilidades, otras realidades, ya buenas ya malas, sobre las cosas que nos han pasado: en sueños se produce aquella conversación que nunca nos hemos atrevido a tener con esa persona que amamos (terminando en un apasionado beso, o a veces en una mirada mucho más expresiva que cualquier contacto físico) u odiamos (pegando, por fin, ese puñetazo, o dando un portazo o vengando las afrentas o simplemente siendo capaz de decir adiós). El sueño ofrece una especie de segunda oportunidad en el que se puede tener el control sobre el mundo o, por lo menos, se puede maquillarlo o disfrazarlo de manera que nos resulte más agradable. En el sueño veía una foto de Dasha con su marido, un tipo guapo, feliz. Los dos aparecían muy enamorados en el borde de una piscina, mirando a cámara. En una inversión cruel, al despertar he tenido la sensación (durante muy poco tiempo, décimas, milésimas, quizá incluso menos) de que el marido pertenecía al mundo del sueño, y que yo aún podía amar a Dasha y también que ella podía amarme a mi. Pero enseguida he reconocido mi derrota. Me duele menos que el sábado, pero aún siento un pequeño pinchazo al pensar en todo ese amor ajeno a mi, a esas muestras de cariño a las que yo intentaba llegar y que ahora son definitivamente algo inalcanzable. Sin caer en obsesiones -el tiempo curará otra vez este dolor-, aún tengo que borrar esos pensamientos furtivos en los que todo cobra sentido: los viajes, las aficiones, las pequeñas aventuras…no formaré jamás parte de eso y yo que, tonto de mi, pensaba que alguna vez bailaríamos juntos, o viajaríamos juntos, pero no, no, no es momento de lamentaciones, aunque tampoco es momento de pasar pagina, tengo que aprender algo de esto, me tiene que servir de alguna manera. Me queda por lo menos el pírrico consuelo de no haberle dicho nunca "te quiero", por más que en las ultimas semanas estuviera sintiendo algo parecido al amor, cosa que, por otra parte no deja de parecerme algo triste: estar tan lejos, tan ausente, captando solo pequeños reflejos de la luz, pequeños tragos que en este caso, no me dejan conocer el verdadero sabor. Pero basta, basta de lamentaciones, de dar pena, de suplicar ser amado, de ceder mi estabilidad emocional a otras manos, basta de retroceder a un pasado asqueroso del que solo saco basura. Y sin embargo, sin esa basura no soy nada, ahí está todo, en ese naufragio, en esa continua reconstrucción de mi yo, no puedo negarme de esa manera, en los miedos me defino, en mis tristezas está mi identidad, no puedo pensar en un diario de consejos o de ilusiones, eso es muy superficial. Tengo, necesito, que hablar de lo que me duele, porque ahí está la verdad, aquello que puede permanecer más allá de las alegrías o las penas puntuales. No existe nada más allá de esa continua reinterpretación de mi existencia, quizá pudiera optar por una visión mas optimista, y pensar que lo más importante es lo que aún está por suceder, pero eso es un error: convertiría mi testimonio, mi testamento, en ocasiones, en un simple diario. No. No. No. Esto es algo más, tiene que ser algo más importante y quizá al decirlo me condene precisamente al fracaso: no pienses, no hables, no escribas. Niégate a ti mismo y síguenos. Se uno más. No puedo soportar esto. Demasiado corto y demasiado superfluo. Quizá lo más terrible de este estado de animo es que no puede ser verbalizado, estas tristezas, estos retrocesos me dan cuenta de los limites de la razón, hay algo más allá de la tranquilidad de saber que se llega a un callejón sin salida. Y sí, me reconozco triste y no me creo la realidad que pinta la tristeza, aunque cada vez mas siento la necesidad un mundo pequeño para mi, un lugar inaccesible en el que no pueda entrar nadie. "Me haces querer ser mejor", "te admiro", "eres fantástica"…pero que idiota he sido, que idiota tantas veces y con tantas personas…no puedo soportarlo y sin embargo, en un alarde morboso, no puedo quitar los ojos de mi propio fracaso, de todas esas pequeñas muertes que se han llevado todas las chicas a las que he conocido, nunca a un nivel intimo o sincero sino más bien como proyecciones de deseos pendientes de juventud, en ellas he querido vivir lo que no viví en mi adolescencia, cuando, sí, estaba solo y cuando la herida se abrió por primera vez, quizá desde entonces sangrando. Nadie ha dejado huella, todas ellas han pasado por mi vida y posiblemente me han olvidado, creciendo me doy cuenta de que nadie me echa de menos, de que nadie tiene ganas sinceras de verme, Laura, la ultima chica que me rompió el corazón, la enigmática Laura y aquellos paseos por la playa, aquellas noches en vela hablando en la arena hasta las 5 de la mañana, y aquella manera que tuvo de quedarse viendo el horizonte, seria, algo distante, cuando yo le acariciaba el pelo y las mejillas y me decía "no sigas" porque sabía que la última vez que nos veíamos, y había algo de despedida en cada uno de sus gestos, al despedirnos me dio El guardián entre el centeno y una especie de llavero que había tejido ella. No me atrevo a leer la dedicatoria, me duele pensar en aquel ultimo momento, cuando nos abrazamos dos veces y nos pusimos a caminar en direcciones opuestas: yo no sabía lo que vendría después, no, no lo sabía, no sabía que después de girarnos los dos a la vez para volvernos a despedir desde la lejanía, ella empezaría a salir con un amigo mayor que yo, un mulato con el que iba a bañarse a la playa, me lo contaba y me decía que había encontrado una persona especial, una persona con la que se sentía muy bien, quizá ajena a que yo la quería, ajena a que era la primera persona en mi vida que me hacía sentir vulnerable y completamente dependiente. Y entonces dejó de responder a mis mensajes: se conectaba y los leía, pero no contestaba, o quizá ni siquiera los leía, no lo sé. Volví a beber y mi vida era una sucesión de pequeñas derrotas que al final del día siempre me hacían sentir al borde de la lágrima, aunque nunca lloraba, la tristeza no podía limpiarse de esa manera. Engordé por la falta de deporte y por el alcohol y en general me importaba todo una mierda. La universidad, mi tesis, mi futuro, ni siquiera era capaz de leer un libro. La ausencia de Laura se me hacia muy presente, y todo a mi alrededor parecía funcionar a la perfección, la gente era feliz, el amor de las parejas se mostraba ante mis ojos como una burla cruel, era demasiado. Y sin embargo, seguía escribiéndole, deseándole un feliz día, dándole jirones del alma que ella estaba rompiendo con su silencio, hasta que un día no pude mas, sinceramente no pude más, y después de todas esas ideas suicidas y de toda aquella soledad y de la tristeza y de la frustración y del fracaso, decidí despedirme. Me despedí para siempre, y precisamente cuando necesitaba tiempo para olvidarla, volvió. Se iba a Francia, huyendo de su familia, de su madrastra y de su padre presente pero indiferente, se marchaba y no había vuelta atrás. Allí las cosas no le marcharon muy bien, la familia para la que trabajo de canguro resulto ser peor todavía que la suya propia y cuando ahorró lo suficiente, tomo de nuevo las maletas. El día antes de su viaje me llamó por la noche, eran las once. Me alegró muchísimo oír su voz, que era siempre como un susurro a punto de desvelar un secreto, un susurro de miedo, de delicadeza…estaba lejos y yo soñaba con verla, como fuera, en cualquier lugar, pero verla de nuevo, saber si había dejado algo a medias, si, después de todo, era ella la persona a quien había necesitado y esperado todos estos años…me iré a vivir a Barcelona, me dijo. La posibilidad existía, sí, existía, podía soñar con abrazarla de nuevo, con maravillarme de su sonrisa y de su pelo. Pero nunca he cumplido esa promesa. Le dije en varias ocasiones que iría a verla, iré al Primavera Sound a ver a los Strokes, a Mac Demarco, a los Sleaford Mods, a Run the Jewels, sí iré, iré y te abrazaré, te echo tanto de menos Laura, quiero mirarte a los ojos y decirte todo aquello que nunca te dije, decirte que te quiero y que no quiero estar lejos de ti nunca más. Pero no fui. No. Mentí. Y nuevamente, ha dejado de contestarme. El otro día estuve viendo su instagram, que guapa era…que atormentada parecía en aquella época…y ahora parece feliz, posiblemente haya conocido a gente, a otro chico, y me habrá olvidado. Y después de Laura, la nada, la soledad y el silencio, después de Laura,llegó Dasha, pero eso evidentemente, ya es otra historia.

lunes, 3 de agosto de 2015

Frost.

El otro camino. Ahora parece la única alternativa viable, pero durante muchos años he estado dudando que dirección tomar: no sabía cómo tomarme el mundo, de qué manera podía entenderlo mejor. Seguramente la duda se debía a que no estaba lo suficientemente enfadado, a que no había fracasado bastante o a que no estaba lo necesariamente solo que debe estarse para poder empezar de nuevo. Ha pasado muy poco tiempo, pero cuando se ha naufragado tantas veces, el simple aroma del mar hace que a uno se le erice el pelo. Y digo esto sin animo de dar consejos, joder, fuera de toda intención, esto no pasa de ser una mera tinaja en la que vuelco mis malos días, y si estoy escribiendo tantos días seguidos, pues será por algo. Después de la inevitable pena o lamento lastimero (casi rayando en lo patético) sobre mi mala suerte con las chicas y sobre la falta de amor y todo eso, empiezo (solo eso) a atisbar el recorrido que me espera por delante. Por fin siento que es hora de soltar alforjas y viajar mas ligero: a la mierda con la dependencia, con el miedo y con la soledad. Mierda, esto parece un puto libro de autoayuda. No corro, huyo, y ahora lo hago, por primera vez sinceramente enfadado: ya no quiero conocer a nadie, no, a la mierda, sí joder, a la mierda las expectativas, a la mierda las chicas con los buenos culos, a la mierda los "me importas" y a la mierda también los "cuenta conmigo" y los "eres especial" y las palabras cursis y los SMILEYS y esa asquerosa viscosidad que llena mis palabras, la alfombra roja "vamos, úsame como quieras, soy como plastilina. No me quejaré". Estoy harto. Y por fin siento que no dejo nada atrás. Antes por culpa de Yeats me sentía preso del dilema perfección de la vida VS perfección de la obra. O tenia novia o escribía libros. No podía encontrar la felicidad en los dos lugares a la vez. Era demasiado presuntuoso. Arrogante. Ahora, quizá por la decepción, estoy descubriendo que la verdadera felicidad, o por lo menos la mía, no se encontraba donde la estaba buscando. He tardado en comprender lo que me dijo Edith, la psicóloga a la que acudí cuando tenía impulsos suicidas (aquellos cuchillos que fregaba en la cocina justo después de volver de Escocia), aquello de: "cuanto más intentes hacer lo que hace todo el mundo, más infeliz serás. Afortunadamente estás fuera de la campana de Gauss". Pues bien, he tardado dos años no en comprenderlo, que lo comprendí, un tanto halagado (pedantemente halagado, dicho sea de paso) a las primeras de cambio, sino en sentirlo, en verlo de una manera tan evidente que no pudiera obviarlo. Ahora tengo que aprender a dejar atrás esos "impulsos-de-masa", esos pequeños estertores que más que trabajar a favor de rebaño pretenden más que no tome mi propio camino. El porno es un ejemplo claro. Hoy he vuelto a perder y me he obligado a seguir viendo la escena para sentir asco, para transformar ese deseo en algo ridículo y pequeño. Baudrillard decía algo así que lo contrario a la velocidad no es quedarse quieto, sino ir mucho más rápido, hipervelocidad. Es el mismo principio que intento aplicar a mis vicios en general y a este en particular. No quiero ser un beato que le otorga un aura de misterio o de maldad al porno, cascandome pajas a escondidas para sentirme culpable después, pidiendo perdón de rodillas mientras miro al cielo, quiero, por el contrario, banalizarlo, vaciarlo de todo contenido: quiero que sea aburrido, que, incluso, como decía, me de asco. Tengo que conseguir superar esos impulsos, no negarlos, sino utilizarlos para otra cosa. Joder, ahora me estoy poniendo de un freudiano que da grima: la sublimación, y todos esos impulsos sexuales reconducidos para el arte o la creación intelectual. Sea lo que sea el nombre que le de ahora, y reconociendo que no es la mejor de las opciones, por el momento me vale ser freudiano si con eso dejo de caer en la perdida de tiempo y uso esos vacíos para leer (más) o para volver al piano. Ahora, por fin, es el momento de empezar a caminar solo, dejando atrás todo lo anterior. Todo. Tengo muchos miedos, y muchas manías y muchas frustraciones, pero no tengo ninguna necesidad de justificarme ante nadie. Y sobretodo esa sensación de "me falta algo" tiene que desaparecer, tengo que conseguir matar a esa parte de mi que no me deja vivir. Matarme para poder vivir, que curioso. Son pequeños pecados, cosas pequeñas según las costumbres actuales, pero a partir de ahora, las horas de los demás no construyen mi tiempo. No. Se acabó. Si para algo tiene que servirme este verano es para ser completa y absolutamente egoísta, en el sentido de construir una versión de mi mismo con la que yo (y en principio nadie más) pueda estar plenamente satisfecho. En fin, supongo que he hablado demasiado sobre un asunto demasiado pequeño, pero en eso consiste el otro camino, en cosas pequeñas, en esas que nadie ve y que a nadie le importan. Pensando (quizá con demasiada frecuencia) que algún día me voy a morir, no merece la pena vivir con según que tipos de miedos. Claro que se corre el peligro de no ser entendido por la mayoría pero…¿acaso las mayorías, por el mero hecho de serlo, tienen automáticamente la razón?

domingo, 2 de agosto de 2015

Zab Judah.

Hace algunos años, en la primera o segunda época del TDT, había un canal que se llamaba "Marca TV". Los viernes y los sábados por la noche daban un programa de boxeo que se llamaba (de una manera bastante clara) "la noche del boxeo" y lo presentaba un tipo con la nariz tocha que era el que sabía de boxeo y otro medio calvo que era el que manejaba las estadísticas. Eran algo así como los Montes&Daimiel del boxeo. Bueno, el caso es que me aficioné a aquel programa y solía quedarme viéndolo hasta que terminaba de madrugada, a eso de las 2 o dos y media de la mañana. Uno de los combates que más recuerdo fue el de un campeón de Harlem, un tal Zab Judah, que al parecer era la nueva promesa negra de la categoría contra un tal Kostya Itzyu, un ruso con con el pelo cortado al uno y con coleta (sí, al uno y con coleta). Yo estaba en el sofá, con el pijama, aburrido mientras veía al negro moverse como un Alí en miniatura y al otro como Robocop. El resultado, decía el de la nariz tocha, estaba claro: el fenómeno de Harlem iba a apuntarse otra victoria en su camino a la cima. Sin embargo, sin que nadie se lo esperase, el ruso va y suelta un gancho que tumba a Judah. En ese "sin que nadie se lo esperase" también se incluyó el cerebro de Zab, que pareció no haber entendido lo que había sucedido y ordenó al cuerpo que siguiera adelante como si nada hubiera sucedido. El resultado fue que Zab Judah se levantó tan rápido después de haber sido noqueado que se volvió a caer de una manera muy ridícula, temblándole los tobillos en el proceso como los de una modelo principiante que se enfrenta por primera vez a unos tacones de armadillo. Protestó y lloró, como si dijera "arbitro, esto es ilegal, soy el puto Zab Judah, la estrella de Harlem" pero si algo ha quedado para la historia no fue el historial atómico de Zab Judah, ni sus protestas y ni siquiera la coleta outsider del ruso, sino aquella caída ridícula que parecía sacada de un programa de cámara oculta. Recordaba la historia de Judah simplemente como una cosa graciosa que vi una vez por televisión, pero hoy su densidad ha crecido sin avisar. Después de la revelación de Dasha, llegada sin avisar a pesar de las pequeñas sospechas que había estado teniendo algunos días antes, ese "no, fui con mi marido" mientras sostenía a mi perro en brazos para hacerme una foto que enviar a Rebecca y Craig, esa cuenta atrás en mis convicciones sobre el cambio y sobre la sinceridad de mis propias palabras ( el miedo de descubrir a una persona diferente de la que pensaba ser), llegó la caída, el golpe y caí de súbito al suelo. Y como el campeón de Harlem, he cometido el error de intentar levantarme demasiado pronto, antes siquiera de terminar de procesar esa información, de entender esa realidad tan diferente a las expectativas y de digerir todos aquellos pequeños cristales rotos en los que se había convertido (de nuevo) mi vida sentimental. Decidí frivolizar todo lo que pude, "a la mierda", mentalidad porno ON, olvídate de esta derrota, corre hacia delante, huye de nuevo Conejo. Me apunté a Plenty of Fish, esa web para buscar pareja en la que todo el mundo parece feliz y en el que te invitan a cruzar Babilonia con una serie de estudios científicos sobre compatibilidad y definición de carácter. Incluso me esmeré en escribir mi perfil, haciendo hincapié en mis estudios y en mis hobbies, intentando ofrecer una versión brillante de mi mismo. Empece a buscar en las compatibilidades y supercompatibilidades y, sorprendentemente, empece a hablar con una mujer de 39 años que se parecía a María de Medeiros en Pulp Fiction, aunque, cuando se lo dije, me respondió que no era el primero que le hacia ese comentario. Hablamos un poco más, antes de despedirnos y darnos las buenas noches. Al día siguiente encontré que otra chica, de 34 años según el perfil había señalado mi perfil como destacado (o algo así). Le dije "hola" y empezamos a hablar, llegando a entendernos, en apariencia, muy rápido, tanto que incluso me dio su numero de whatsapp. La conversación parecía llegar rápido a los siguientes niveles, si es que pueden definirse así ese intercambio de mensajes. Entonces Judah trató de levantarse demasiado pronto. Ella se llamaba Violeta y, joder, era una bonita ( o por lo menos eso pensaba yo) coincidencia con aquella historia de juventud. La historia era la siguiente: cuando era adolescente y la vida era una autentica mierda, cuando era invisible a los demás y cuando empecé a saborear por primera vez la verdadera soledad, empece a soñar con frecuencia con una chica que me hablaba y que me hacia sentir querido. Tenía edad de soñar con polvos y con pajas y con tetas y culos pero no, yo soñaba con el amor, con sentirme amado, aunque al despertar, la sensación siempre era la misma: No hope, no harm / Just another false alarm Mis primeras poesías, mis primeros escritos estaban dedicados a, o promovidos por, aquella chica imaginaria, aquel pensamiento que me hacia tener esperanzas en un futuro mejor. Aquella mierda tenia que acabar, tarde o temprano acabaría joder y todas aquellas Gemmas, los Adolfos, los Rodrigos y las Sandras y Cristinas serían cosa del pasado. Ella me sirvió para no tirar la toalla y, no se por qué, decidí referirme a ella como Violeta. Nunca repetía su rostro pero siempre había algo que me decía que soñaba con la misma chica. Era agradable tener un refugio, aunque solo fuera en sueños. No era satisfactorio, pero preguntale a un naufrago que opinión tiene del trozo de madera que le sostiene a flote. Pues bien, decidí contarle esta historia (no tan detallada) a la Violeta real, la de la pagina de internet. Al final, de broma, le escribí "ahora es cuando puedes correr sin mirar atrás" a sabiendas de que esa historia podía resultar, de primeras, un poco rara, pero en el fondo bonita. Violeta imaginaria y Violeta real, una bonita casualidad. En fin, me respondió "pues si. No me gustan los rollos raros. Ciao." Desde entonces llevo toda la tarde intentando borrarme de esa pagina, pero no puedo hacerlo antes de las primeras 24 horas (los ricos pagan con dinero, los pobres con datos). A estas horas, creo que ya puedo hacerlo, pero mientras escribo esto, estoy perdiendo el tiempo en un chat, manteniendo conversaciones eróticas cutres lo mas lejanas posibles al intercambio de sentimientos. Sigo deseándole buen viaje y buenas noches a Dasha, incapaz de dejarla así de primeras, porque todo lo que le dije lo sentía de verdad, pero sintiéndome muy idiota a la vez al saber que jamas llegaré a tener nada diferente de lo que ya tenemos, si es que tenemos algo. Soy un idiota engreído que solo se mira el ombligo. Voy a borrar mi perfil de POF. Zab Judah sigue cayendo de una forma de ridícula (parece que baila) en mi mente.

sábado, 1 de agosto de 2015

Amor.

Hacía mucho tiempo que no pasaba por aquí, supongo que, en parte, era por intentar olvidar un pasado del que no me siento orgulloso ni del que guardo un cariño especial. Pero, por alguna razón, este blog, que no es sino otra manera de llamar a mi tristeza, es extrañamente fiel. Quizá he intentado sin éxito engañarme a mi mismo, pensando que había cambiado, o que, por lo menos, era capaz de hacerlo. Pero no. Siempre vuelvo al punto de partida: parece la dinámica habitual en mi vida. Y lo peor de todo es la arqueología emocional que viene después de cada naufragio. Mensajes a Inés y a Laura, intentando retomar algo que posiblemente solo existió en mi cabeza. Me apetecía dejar de huir y simplemente correr, poder respirar, pensar que, bueno, aunque mi vida no iba a ser tan grandiosa como pensaba, no había grandes cosas por las que quejarse. Soy un gilipollas. Y esta asquerosa sensación de vivir en una especie de paréntesis, como esperando algo que nunca llega, con la insatisfacción en los labios, con las poesías que jamas escribo y con el porno actuando como tapadera de obsesiones o tristezas mucho mayores. El alcohol también hace su parte. Llevo cerca de un mes sin beber ni gota: he cambiado las botellas de Johnnie y Tanqueray por la cinta de correr del gimnasio (desconozco si ese aparato tiene un nombre más técnico o más apropiado, pero para el caso, esa información es irrelevante), por la intención de llevar una vida más sana y en cierta manera más plena, intentando disipar la niebla densa que ya no es solo un miedo, sino una realidad. El futuro está aquí y no es tal y como pensaba que seria, cosa que tampoco tiene que ser necesariamente mala: en los días buenos, me gusta pensar que el camino se ha hecho un poco más largo, nada más. Pero, otra vez, me engaño, mis sueños están empezando a parecerse a una especie de Moby Dick inasible, inaccesible, invisible y mortal. Y me descubro a mi mismo mirando culos en el gimnasio, todas esas torsiones y estiramientos, las mallas y el sudor y pienso en qué me estoy convirtiendo, si acaso no he apuntado demasiado alto y ahora estoy cayendo a un fondo desconocido con las alas quemadas por el sol. Bah, demasiado poético. Sigo siendo un caprichoso que no está acostumbrado a que le lleven la contraria o a las cosas "serias" de la vida. Y entonces pienso en qué demonios he gastado todos estos años, estudiando como un maldito hámster, perdiéndome todas aquellas experiencias, todo ese aprendizaje vital que ahora me falta y que nunca volverá. Son cosas sencillas, lo sé, y, joder, no quiero caer en lamentaciones y en el puto tema de siempre de la ausencia de novias, pero cuando había decidido que tú serias para bien o para mal la última, esperaba un final diferente: algo menos directo que lo que he leído. Sentimientos vía mensaje, ni una caricia, ni una mirada, no he tenido nada de eso. He intentado suplirlo con porno y más porno, horas de sueño perdidas buscando el video perfecto, la conjunción de todas aquellas cualidades dignas de ser definidas como secretos, pero al final solo estoy a oscuras en el sofá, buscando "stepmom" o "amateur" o "anal" sin más motivación que la de hacerme daño a mi mismo. Obviamente no voy buscando lo que puede hacerme más daño a sabiendas, claro está, pero no puedo negarme que en el fondo de toda esa soledad existe un elemento nocivo que crece poco a poco. Y no tengo que dejarme engañar por los callejones sin salida que se me presentan cada vez que mi corazón sufre un nuevo golpe. A decir verdad, tengo tendencia a pensar que siempre estoy recogiendo los trocitos que quedan, aquellas esquirlas de cristal que se clavan en los pies y te duelen una semana antes de desaparecer si no se han entrado demasiado a fondo en la piel. Despertar. Huir. Otra vez. Y como siempre, empecé a escribir una novela que dejé a mitad, aunque parecía la definitiva, pero me dan ganas de enviarlo todo a la mierda. Sinceramente. Todo. Una carrera, un mÁster tras otro, haciendo lo correcto, siendo un buen chico, y estoy aquí, en la nada, en un intervalo incomodo, teniendo que aceptar consejos y aguantando las caras de auténticos gilipollas. Pero el idiota, ahora me doy cuenta, he sido yo: esa es la mayor de las derrotas. Me he dado cuenta de que le he estado exigiendo al mundo algo que es imposible de obtener, esperaba que las cosas sucedieran por mera justicia. Haz lo correcto y todo llegará, o algo así. Pero no ha llegado nada. A partir de ahora me verán como el sinvergüenza que no hizo nada, que no abrió la boca en cuatro años. No has aportado nada. Y la historia es algo más compleja: la enfermedad de mi padre, mi depresión que casi me hizo caer en el alcoholismo, el aumento de peso, la baja autoestima, el bloqueo del escritor. Todas eso le aporta matices a la historia, aunque en el fondo, todo eso da igual: nadie la escuchará nunca. Y me quedaré en tierra de nadie, demasiado consciente de lo que me rodea, pero incapaz de producir resultados. Hubo cosas buenas, claro, la experiencia de esqueleto, de ver como funcionaba "por dentro", las clases, joder, sobretodo las clases, las lecturas, las montañas de libros, los viajes. Eso estuvo muy bien, pero he pagado un precio muy alto por eso: creo haber perdido definitivamente cierta estabilidad mental, y aun estoy en el proceso de recuperar mi autoestima, he llegado a pensar que todo lo que hacia era una mierda y que, efectivamente, no valía para nada. Ha habido muchas lagrimas por el camino, mucha, muchísima soledad, incomprensión, incomodidad. En el cómputo general, me llevo más heridas que medallas. Supongo que con los años encontrare la llave, conseguiré desbloquear la situación y pensaré, comparando mi situación actual con aquel pasado acomodado, lo estúpido que fui por no haber aprovechado la mejor oportunidad de mi vida. Bueno, eso es verdad, es un tren que ya ha pasado y no tengo que lamentarme por ello. A veces pienso que la filosofía me gusta demasiado como para vivir de ella, lo que en el fondo es la excusa mas idiota que me he dado a mi mismo en mucho tiempo. Sin embargo, hubo un momento, casi como un destello, en el que todo parecía encajar: volvía a reconocerme en el espejo, la ambición regresaba, quería aprender cosas nuevas y sobretodo, me sentía capaz. El error fue dejar que todo aquel cambio dependiera de otra persona. No es la primera vez que cometo un error como este, pero pensaba que en esta ocasión seria diferente. Romanticismo, todos esos "tú me haces querer ser mejor persona" todas aquellas palabras…no me retracto de ellas, pero ahora se que no puedo esperar respuesta. Sería, claro, muy asqueroso dejar de hablar de repente por el simple hecho de que me has hecho saber que no hay amor posible entre nosotros. Seguiré ahí, tal y como te dije, porque, en el fondo, no he instrumentalizado ningún sentimiento ni ninguna palabra, pero tengo que reconocer que no puedo evitar mirar al futuro de una manera (mucho más) cínica. ¿Todo es una mierda? Pues sí, lo es. Pensaba que las cosas malas le pasaban a los demás, todos esos dramas, todas esas lagrimas, las frustraciones, los puños en la mesa. I've seen this happen in other people's lives, and now it's happening in mine.... El otro día, kilometro 8 en la cinta, esas dos francesas en la planta de abajo con aquellos culos grandiosos, dos mujeres mayores enfrente de mi pedaleando en la bicicleta mientras ven Sálvame y sonríen, en ese momento, empece a darme cuenta de que ahora entiendo todas aquellas canciones que hablan de soledad y de derrota y de crecer perdido, abandonado, corroborando que efectivamente, el futuro que me espera no tiene buena pinta. Supongo que ahora entiendo aquella frase que se me ocurrió después de dejar a Rachel y antes de que Laura me dejara: "Crecer es darse cuenta de que no eres especial".