lunes, 14 de abril de 2014

Broken

Siempre es un misterio saber en qué te vas a convertir. Especialmente si andas poniéndote la zancadilla a ti mismo. Es una pulsión difícil de controlar, algo así como una adición al error, a la huida. Pero no descubro nada nuevo (iba a escribir bueno) con esto. Ya es algo sabido: siempre cuento lo mismo. ¿Qué ha cambiado? Nada. Bueno, algunas cosas, pero no son relevantes. Todas las huidas acaban en un desierto, en una simulación de divinidad. No puedes volver atrás, la única salida, la única esperanza es construir algo. Pero es difícil sin ayuda, es prácticamente imposible. Un proyecto destinado al fracaso. No hay nada más erótico que eso. Quizá el sexo es la culminación de un gran error, de una caída, un ensayo de muerte, pétite mort. Volver a empezar, siempre. Caer, resucitar, algo diferente, matemático, ingenuo y horroroso en cada paso. Algunas lagrimas convertidas en simple agua sin significado, oh vamos, esfuérzate un poco. Edipo caprichoso. Jim Morrison encadenado. Y así, sin decir nada, jugando a Houdini, la gente se va alejando de mi o yo de ellos (esta opción parece mucho más creíble). Un estado de animo imposible de controlar: hoy he vuelto a leer mensajes antiguos de Facebook, de hace dos años: por aquel entonces ya le decía a Rachel que yo era una persona triste. Demonios. Tratar de volver atrás en el tiempo nunca es una buena estrategia, no para mi. La arqueología emocional no se me da bien, me suelo sentir más cerca de un necrófilo que de un romántico cuando releo mensajes viejos y pienso: le vuelvo a enviar una solicitud de amistad? Afortunadamente nunca lo hago, siempre consigo escapar en el último momento a mis tretas. He borrado a demasiadas personas como para arrepentirme ahora. No. No lo hagas. No vuelvas allí. Tu pie ya no encaja en viejas huellas. Un post mucho más corto que los demás, quizá como muestra empírica del bloqueo que sufro. Como un verdadero escritor, la página en blanco me da pánico. Hoy pensaba en la belleza, quizá la única regla que merece ser respetada, tanto en la obra como en la vida: convertir cada instante en un principio, en algo bello. Avanzar a traspiés, cayendo, arrastrando las manos por la tierra, por el barro, con dificultad pero sin detenerse, confiando en llegar a algún horizonte luminoso. Dar testimonio con la propia existencia, vivir, vivir así, es un triunfo, algo pequeño sí, pero importante. El infierno de los demás, que siempre parecen conspirar contra mi, las voces que a veces gritan y otras susurran, esos labios que dicen "fuera de aquí", "no vales" "principiante" ", el adofen y el silencio. Los libros, siempre los libros, como única ventana a otra identidad, a otros verbos y otras pieles. Dejar de ser aunque solo sea por un pequeño momento. Sonreír de vez en cuando y pensar que el mundo está de más: yo sólo quiero estar solo. Y cuando lo estoy llegas tú, otra vez, como tantas veces antes, o quizá por vez primera, quien sabe. Ahora pareces más adulta, más capaz, no tienes intención de largarte y me abrazas y me acaricias: no todo está perdido, pero naufragamos juntos y lo sabes, sí, lo sabes, y me arrastras poco a poco. Tu pelo largo se enreda con mis venas en mis sueños, y tu sangre es mi aire, tus caderas mi respiración. Vuelves a desaparecer, pero solo por un ratito. En las esquinas, escondida, con tu falda corta, como una vulgar Lolita. Y tus ojos azules, tan azules como el horizonte del mar, en la playa, por donde solíamos pasear y hablar durante horas, o quedarnos en silencio por minúsculas eternidades que guardábamos como joyas valiosas. Inventábamos nuestros nombres y yo era Roberto y tu Violeta, para después, volver a ser quienes éramos, cuerpos quebrados por deseos insatisfechos y vicios a penas disimulados. Desaparecías y volvías pura, casi etérea, virginal y redentora. Solo en sueños. Al despertar, ya no estabas allí. Y te he buscado por todos los rincones de mi pequeño mundo, por los largos caminos de mi memoria, y solo ahora, en mi debilidad, cuando casi ya no puedo reconocerte, apareces, para estrangularme con tu amor. Amor. El alfa y el omega de todo. Ya no sé que escribir. Ni tengo lugar en el que esconderme. Pero da igual. Seguiré caminando, alejandome de todo lo que conozco, de las personas que alguna vez supieron algo de mi. Me reinventaré en cualquier otro lugar. En otro tiempo. Y lo contaré.

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