sábado, 1 de agosto de 2015

Amor.

Hacía mucho tiempo que no pasaba por aquí, supongo que, en parte, era por intentar olvidar un pasado del que no me siento orgulloso ni del que guardo un cariño especial. Pero, por alguna razón, este blog, que no es sino otra manera de llamar a mi tristeza, es extrañamente fiel. Quizá he intentado sin éxito engañarme a mi mismo, pensando que había cambiado, o que, por lo menos, era capaz de hacerlo. Pero no. Siempre vuelvo al punto de partida: parece la dinámica habitual en mi vida. Y lo peor de todo es la arqueología emocional que viene después de cada naufragio. Mensajes a Inés y a Laura, intentando retomar algo que posiblemente solo existió en mi cabeza. Me apetecía dejar de huir y simplemente correr, poder respirar, pensar que, bueno, aunque mi vida no iba a ser tan grandiosa como pensaba, no había grandes cosas por las que quejarse. Soy un gilipollas. Y esta asquerosa sensación de vivir en una especie de paréntesis, como esperando algo que nunca llega, con la insatisfacción en los labios, con las poesías que jamas escribo y con el porno actuando como tapadera de obsesiones o tristezas mucho mayores. El alcohol también hace su parte. Llevo cerca de un mes sin beber ni gota: he cambiado las botellas de Johnnie y Tanqueray por la cinta de correr del gimnasio (desconozco si ese aparato tiene un nombre más técnico o más apropiado, pero para el caso, esa información es irrelevante), por la intención de llevar una vida más sana y en cierta manera más plena, intentando disipar la niebla densa que ya no es solo un miedo, sino una realidad. El futuro está aquí y no es tal y como pensaba que seria, cosa que tampoco tiene que ser necesariamente mala: en los días buenos, me gusta pensar que el camino se ha hecho un poco más largo, nada más. Pero, otra vez, me engaño, mis sueños están empezando a parecerse a una especie de Moby Dick inasible, inaccesible, invisible y mortal. Y me descubro a mi mismo mirando culos en el gimnasio, todas esas torsiones y estiramientos, las mallas y el sudor y pienso en qué me estoy convirtiendo, si acaso no he apuntado demasiado alto y ahora estoy cayendo a un fondo desconocido con las alas quemadas por el sol. Bah, demasiado poético. Sigo siendo un caprichoso que no está acostumbrado a que le lleven la contraria o a las cosas "serias" de la vida. Y entonces pienso en qué demonios he gastado todos estos años, estudiando como un maldito hámster, perdiéndome todas aquellas experiencias, todo ese aprendizaje vital que ahora me falta y que nunca volverá. Son cosas sencillas, lo sé, y, joder, no quiero caer en lamentaciones y en el puto tema de siempre de la ausencia de novias, pero cuando había decidido que tú serias para bien o para mal la última, esperaba un final diferente: algo menos directo que lo que he leído. Sentimientos vía mensaje, ni una caricia, ni una mirada, no he tenido nada de eso. He intentado suplirlo con porno y más porno, horas de sueño perdidas buscando el video perfecto, la conjunción de todas aquellas cualidades dignas de ser definidas como secretos, pero al final solo estoy a oscuras en el sofá, buscando "stepmom" o "amateur" o "anal" sin más motivación que la de hacerme daño a mi mismo. Obviamente no voy buscando lo que puede hacerme más daño a sabiendas, claro está, pero no puedo negarme que en el fondo de toda esa soledad existe un elemento nocivo que crece poco a poco. Y no tengo que dejarme engañar por los callejones sin salida que se me presentan cada vez que mi corazón sufre un nuevo golpe. A decir verdad, tengo tendencia a pensar que siempre estoy recogiendo los trocitos que quedan, aquellas esquirlas de cristal que se clavan en los pies y te duelen una semana antes de desaparecer si no se han entrado demasiado a fondo en la piel. Despertar. Huir. Otra vez. Y como siempre, empecé a escribir una novela que dejé a mitad, aunque parecía la definitiva, pero me dan ganas de enviarlo todo a la mierda. Sinceramente. Todo. Una carrera, un mÁster tras otro, haciendo lo correcto, siendo un buen chico, y estoy aquí, en la nada, en un intervalo incomodo, teniendo que aceptar consejos y aguantando las caras de auténticos gilipollas. Pero el idiota, ahora me doy cuenta, he sido yo: esa es la mayor de las derrotas. Me he dado cuenta de que le he estado exigiendo al mundo algo que es imposible de obtener, esperaba que las cosas sucedieran por mera justicia. Haz lo correcto y todo llegará, o algo así. Pero no ha llegado nada. A partir de ahora me verán como el sinvergüenza que no hizo nada, que no abrió la boca en cuatro años. No has aportado nada. Y la historia es algo más compleja: la enfermedad de mi padre, mi depresión que casi me hizo caer en el alcoholismo, el aumento de peso, la baja autoestima, el bloqueo del escritor. Todas eso le aporta matices a la historia, aunque en el fondo, todo eso da igual: nadie la escuchará nunca. Y me quedaré en tierra de nadie, demasiado consciente de lo que me rodea, pero incapaz de producir resultados. Hubo cosas buenas, claro, la experiencia de esqueleto, de ver como funcionaba "por dentro", las clases, joder, sobretodo las clases, las lecturas, las montañas de libros, los viajes. Eso estuvo muy bien, pero he pagado un precio muy alto por eso: creo haber perdido definitivamente cierta estabilidad mental, y aun estoy en el proceso de recuperar mi autoestima, he llegado a pensar que todo lo que hacia era una mierda y que, efectivamente, no valía para nada. Ha habido muchas lagrimas por el camino, mucha, muchísima soledad, incomprensión, incomodidad. En el cómputo general, me llevo más heridas que medallas. Supongo que con los años encontrare la llave, conseguiré desbloquear la situación y pensaré, comparando mi situación actual con aquel pasado acomodado, lo estúpido que fui por no haber aprovechado la mejor oportunidad de mi vida. Bueno, eso es verdad, es un tren que ya ha pasado y no tengo que lamentarme por ello. A veces pienso que la filosofía me gusta demasiado como para vivir de ella, lo que en el fondo es la excusa mas idiota que me he dado a mi mismo en mucho tiempo. Sin embargo, hubo un momento, casi como un destello, en el que todo parecía encajar: volvía a reconocerme en el espejo, la ambición regresaba, quería aprender cosas nuevas y sobretodo, me sentía capaz. El error fue dejar que todo aquel cambio dependiera de otra persona. No es la primera vez que cometo un error como este, pero pensaba que en esta ocasión seria diferente. Romanticismo, todos esos "tú me haces querer ser mejor persona" todas aquellas palabras…no me retracto de ellas, pero ahora se que no puedo esperar respuesta. Sería, claro, muy asqueroso dejar de hablar de repente por el simple hecho de que me has hecho saber que no hay amor posible entre nosotros. Seguiré ahí, tal y como te dije, porque, en el fondo, no he instrumentalizado ningún sentimiento ni ninguna palabra, pero tengo que reconocer que no puedo evitar mirar al futuro de una manera (mucho más) cínica. ¿Todo es una mierda? Pues sí, lo es. Pensaba que las cosas malas le pasaban a los demás, todos esos dramas, todas esas lagrimas, las frustraciones, los puños en la mesa. I've seen this happen in other people's lives, and now it's happening in mine.... El otro día, kilometro 8 en la cinta, esas dos francesas en la planta de abajo con aquellos culos grandiosos, dos mujeres mayores enfrente de mi pedaleando en la bicicleta mientras ven Sálvame y sonríen, en ese momento, empece a darme cuenta de que ahora entiendo todas aquellas canciones que hablan de soledad y de derrota y de crecer perdido, abandonado, corroborando que efectivamente, el futuro que me espera no tiene buena pinta. Supongo que ahora entiendo aquella frase que se me ocurrió después de dejar a Rachel y antes de que Laura me dejara: "Crecer es darse cuenta de que no eres especial".

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