lunes, 27 de junio de 2016

J (dos)

Inventé una
Canción,
Cambiándole la
Letra
De otra más
Antigua.

Nada original.

Me miraste extrañada
Mientras yo tarareaba
Jugando con la voz.

Como si el sonido,
La música,
Me diesen un lenguaje nuevo
En el que decir
Te quiero.

Y jugaba,
Dejando lejos (a propósito)
todos los problemas.

Y jugaba.

Cada susurro sincopado
Era otra forma de acariciarte.

Era joven.
Impulsivo.
Dios sabe que aún
Estaba aprendiendo.

Y entonces,
Las 5 de la mañana
Nuestros cuerpos extenuados,
Cansados y aniquilados,
Exterminados en la
Tragedia culpable
Del orgasmo
Y tus gemidos
Tímidos
Como sin querer
Molestar

(No te calles, chilla más
Alto)

Llena de vergüenza

(No te calles, déjame
Acelerar el ritmo)

Y de una distancia
Que era como agua entre
Mis manos

(No te calles, déjame saborearte)

Se alzaban, es justo decirlo así,
En una orgullosa perspectiva cubista.

Habíamos sido derrotados juntos.

Desmontado el abril de
Nuestras miradas,
Ya sólo éramos piezas sueltas,
Lamidas, mojadas e irritadas
Cuya realidad se extendería hasta
Convertirse, por fin,
En recuerdo, destino, al que regresar,
Cambiando así los paisajes
Cada vez.

Éramos arrogantes
Y nos disputábamos la herencia
Del Dios caído en
El exilio.

Tiempo más tarde
Descubrí una canción
Que llevaba tu nombre.

Pero tú ya no estabas.

Y la única música
Que quedaba era la
De los libros viejos
Y los paseos,
La de las llamadas
Y los silencios
Y el horizonte azul
Del recuerdo.

Y aunque seguia jugando
Con la voz,
La realidad estaba ya escondida
Tras un manto callado
De veinte noches sin respuesta.

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