viernes, 4 de enero de 2013

Paradise Lost

Vuelvo antes de lo previsto. Pero no hay tiempo que perder. Afortunadamente, vuelvo a ver enemigos acechando en cada esquina, esperando mi tropiezo, mi error, para reirse de mi, como lo hiceron años atras. Puede que esa sea la razón que me impide disfrutar de las buenas noticias: ¿un sobresaliente en un master? bien, vale. ¿aplausos antes de empezar una clase? Bueno, no está mal. ¿Una chica me para por la calle para pedirme una foto porque "eres guapísimo"?. En fin, no deja de ser una anécdota curiosa. Nada de eso me vale, porque sigo huyendo de vosotros, de aquellos profesores, de aquellas niñas caprichosas que no me prestaron atención, de las tardes muerto de miedo paseando solo por la universidad, sin conocer a nadie, huyo especialmente de los cumpleaños: el teléfono se vuelve una bestia sin compasión, llamando mi atención con su silencio. Por más que intento no verlo, lo consulto cada cinco minutos, esperando que alguien se haya acordado de mi. No pido ayuda, pero eso no significa que no la necesite. Para. Cállate. Eres demasiado pesimista. Dicho así parece que tu vida es una mierda y tampoco es para tanto. Es verdad, puede que tengas razón, pero no puedo evitar cierta urgencia en mis gestos y necesidad en mis palabras: esto tiene que ser dicho, aún cuando no sé muy bien a qué demonios me refiero al decir "esto". Hablo de mi infancia, de mis deseos actuales, de mi adolescencia escondida, sin decir realmente nada, limitado por una especie de muro o de verguenza, que esquiva lo importante, pero...¿y si no hubiera nada importante? ¿Y si detrás de ese horizonte no hubiera nada? Eso lo veía bien en mis libretas de poesía, que numeraba según el alfabeto griego. En alfa, trataba de identificar el problema, las causas, el miedo, el sufrimiento, la paranoia, la insatisfacción y el enfado. Pero en las siguientes libretas, Beta, Gamma y Delta me fui dando cuenta poco a poco de todo lo que existe detrás de las palabras, de ese desierto que espera ser descubierto. Lo veía todo en ruinas, apenas diferente del silencio, donde lo esencial o mejor dicho los ecos de lo que en un tiempo fue esencial, llegaba a mis oidos. Y esto estaba claro: el enfado y la tristeza seguían ahí, pero ya sin sentido, simplemente como una manera de continuar vivo. Hace tiempo escribí un dialogo entre dos mujeres. La situación había sido la siguiente: en cualquier guerra ( lo imaginé más como diálogo teatral que como cualquier otra cosa) dos mujeres que habían sido torturadas - en una especie de joy division o algo así- se quedaban solas, abandonadas, esperando un rescate que sabían que no llegaría jamás. Solo podían amarse de una manera física, pues habian sufrido tanto que estaban vacias de cualquier tipo de sentimiento. No podían dejar de quererse, pues sólo así podrían seguir viviendo, pero era una situación dificil. De todas formas, creo que lo estoy explicando mal. Cosas de las prisas. Volviendo a mi oficina esta tarde ( el lugar desde el cual escribo mis últimos posts) estaba dando cuenta de un cierto cambio de tendencia en mis filias. Hasta ahora, el ideal estaba representado por una chica rubia, de piel clara, como en las novelas de Raymond Chandler. Joder, si empecé a fumar en pipa por el detective Marlowe...En fin, no quiero perderme, las rubias de color ceniza y ojos azules como rubíes ( no tengo ni idea de como son los rubíes, aunque me temo que no son azules...pero mejor que decir: azul como el mar o azul como el cielo...me dan ganas de vomitar) esas ocupaban el primer lugar en el podio de mis deseos. Pero ayer, precisamente ayer, en mi viaje de vuelta a Alicante, en la linea 24, perdido en una lectura de un artículo de Gay Talese ( sí, "ese" artículo) vi bajar, justo en una parada antes de la mia, a una morena claramente interesante. Estaba de espaldas, con un jersey rosa que le dejaba un hombro al desbubierto, la cinta de su sujetador sobre su piel. Le seguía una minifalda negra, corta, muy corta y medias negras. Sé lo que estáis pensando: pero no, no es la primera (y espero ni la última) vez que veo a una chica en minifalda. Era diferente. La seguí con la mirada mientras me alejaba, viéndola caminar por la calle y feliz por comprobar que el chico que había bajado con ella no le había dirigido la palabra y se alejaba en sentido contrario. El último recuerdo que tengo de ella es verla esperar en el semaforo, con un pitillo recien encendido. Decididamente, esa tia tenía clase. Pero yo, como tantas veces, seguía mi camino, perdiendo toda ocasión de vivir en el mundo real y sirviéndome de esta frustración para escribirlo aqui, lo que no se, si, en el fondo me compensa. Otra cosa es que la vainilla debe dar un paso al frente si no quiere perder su puesto hegemonico en mi corazón, ya que La copa homenaje al chocolate está avanzando a pasos agigantados. Yo vivía tranquilo, construyendo todas mis filias y deseos en torno a rubias y a la vainilla, pero ahora resulta que aparecen Sofía Vergara, Zooey Deschanel y toda esa cuadrilla de morenas igualmente atractivas que, realmente, me hacen dudar. Otro campo son las pelirrojas, pero creo según mis últimas referencias, Christina Hendricks está felizmente casada, así que no es cuestión de ir malgastando energias en labores imposibles. Y todo esto lo escribo con la esperanza de continuar con el ideal, esperando a que alguien me conteste, aqui, exprimiendo el poco talento que creo que tengo como una manera de esquivar el tiempo, de evitar el aburrimiento, sin nada que leer, para entretenerme. Como un juego que no necesita de nadie para poder ser jugado. A veces me pregunto si acaso no es esa la verdadera razón de que escriba. Todo me resulta tan aburrido que me imagino en lugares en los que yo soy el dueño, el rey: todo se hace a mi gusto y voluntad, pero sin grandes objetivos, simplemente como una diversión. Y es que en el fondo, por muchas peliculas que vea, por muchos libros que lea y por mucha musica que devoren mis oidos, sigo considerandome un chico, en lo esencial, bastante aburrido. Y para muestra de mi amor, un botón: P.D.: Puestos a hablar de amores ideales y todo eso y, aprovechando que tengo el día creativo ( cosas de la prisa o de la espera) sólo quiero una cosa: un amor ardiente, doliente, de estos que te matan lentamente, de los que te llevan a la perdición y, de los que sin embargo, no puedes escapar por la sencilla razón de que te encantan. Me hubiera gustado explicarlo con más detalle, pero es dificil teniendo en cuenta que no podría hacerlo mejor que Monsieur Brel:

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