lunes, 3 de agosto de 2015

Frost.

El otro camino. Ahora parece la única alternativa viable, pero durante muchos años he estado dudando que dirección tomar: no sabía cómo tomarme el mundo, de qué manera podía entenderlo mejor. Seguramente la duda se debía a que no estaba lo suficientemente enfadado, a que no había fracasado bastante o a que no estaba lo necesariamente solo que debe estarse para poder empezar de nuevo. Ha pasado muy poco tiempo, pero cuando se ha naufragado tantas veces, el simple aroma del mar hace que a uno se le erice el pelo. Y digo esto sin animo de dar consejos, joder, fuera de toda intención, esto no pasa de ser una mera tinaja en la que vuelco mis malos días, y si estoy escribiendo tantos días seguidos, pues será por algo. Después de la inevitable pena o lamento lastimero (casi rayando en lo patético) sobre mi mala suerte con las chicas y sobre la falta de amor y todo eso, empiezo (solo eso) a atisbar el recorrido que me espera por delante. Por fin siento que es hora de soltar alforjas y viajar mas ligero: a la mierda con la dependencia, con el miedo y con la soledad. Mierda, esto parece un puto libro de autoayuda. No corro, huyo, y ahora lo hago, por primera vez sinceramente enfadado: ya no quiero conocer a nadie, no, a la mierda, sí joder, a la mierda las expectativas, a la mierda las chicas con los buenos culos, a la mierda los "me importas" y a la mierda también los "cuenta conmigo" y los "eres especial" y las palabras cursis y los SMILEYS y esa asquerosa viscosidad que llena mis palabras, la alfombra roja "vamos, úsame como quieras, soy como plastilina. No me quejaré". Estoy harto. Y por fin siento que no dejo nada atrás. Antes por culpa de Yeats me sentía preso del dilema perfección de la vida VS perfección de la obra. O tenia novia o escribía libros. No podía encontrar la felicidad en los dos lugares a la vez. Era demasiado presuntuoso. Arrogante. Ahora, quizá por la decepción, estoy descubriendo que la verdadera felicidad, o por lo menos la mía, no se encontraba donde la estaba buscando. He tardado en comprender lo que me dijo Edith, la psicóloga a la que acudí cuando tenía impulsos suicidas (aquellos cuchillos que fregaba en la cocina justo después de volver de Escocia), aquello de: "cuanto más intentes hacer lo que hace todo el mundo, más infeliz serás. Afortunadamente estás fuera de la campana de Gauss". Pues bien, he tardado dos años no en comprenderlo, que lo comprendí, un tanto halagado (pedantemente halagado, dicho sea de paso) a las primeras de cambio, sino en sentirlo, en verlo de una manera tan evidente que no pudiera obviarlo. Ahora tengo que aprender a dejar atrás esos "impulsos-de-masa", esos pequeños estertores que más que trabajar a favor de rebaño pretenden más que no tome mi propio camino. El porno es un ejemplo claro. Hoy he vuelto a perder y me he obligado a seguir viendo la escena para sentir asco, para transformar ese deseo en algo ridículo y pequeño. Baudrillard decía algo así que lo contrario a la velocidad no es quedarse quieto, sino ir mucho más rápido, hipervelocidad. Es el mismo principio que intento aplicar a mis vicios en general y a este en particular. No quiero ser un beato que le otorga un aura de misterio o de maldad al porno, cascandome pajas a escondidas para sentirme culpable después, pidiendo perdón de rodillas mientras miro al cielo, quiero, por el contrario, banalizarlo, vaciarlo de todo contenido: quiero que sea aburrido, que, incluso, como decía, me de asco. Tengo que conseguir superar esos impulsos, no negarlos, sino utilizarlos para otra cosa. Joder, ahora me estoy poniendo de un freudiano que da grima: la sublimación, y todos esos impulsos sexuales reconducidos para el arte o la creación intelectual. Sea lo que sea el nombre que le de ahora, y reconociendo que no es la mejor de las opciones, por el momento me vale ser freudiano si con eso dejo de caer en la perdida de tiempo y uso esos vacíos para leer (más) o para volver al piano. Ahora, por fin, es el momento de empezar a caminar solo, dejando atrás todo lo anterior. Todo. Tengo muchos miedos, y muchas manías y muchas frustraciones, pero no tengo ninguna necesidad de justificarme ante nadie. Y sobretodo esa sensación de "me falta algo" tiene que desaparecer, tengo que conseguir matar a esa parte de mi que no me deja vivir. Matarme para poder vivir, que curioso. Son pequeños pecados, cosas pequeñas según las costumbres actuales, pero a partir de ahora, las horas de los demás no construyen mi tiempo. No. Se acabó. Si para algo tiene que servirme este verano es para ser completa y absolutamente egoísta, en el sentido de construir una versión de mi mismo con la que yo (y en principio nadie más) pueda estar plenamente satisfecho. En fin, supongo que he hablado demasiado sobre un asunto demasiado pequeño, pero en eso consiste el otro camino, en cosas pequeñas, en esas que nadie ve y que a nadie le importan. Pensando (quizá con demasiada frecuencia) que algún día me voy a morir, no merece la pena vivir con según que tipos de miedos. Claro que se corre el peligro de no ser entendido por la mayoría pero…¿acaso las mayorías, por el mero hecho de serlo, tienen automáticamente la razón?

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